sábado, 24 de enero de 2009
Sábado 24/ene/09: De Pianos
I: Buenos días
Hoy averigüé la edad de mi piano: tiene 37 años. Fue el instrumento número 130 de la camada 1972 que salió de la fábrica de los sucesores de Hobart M. Cable, un empresario y constructor de pianos que, con sus hermanos Herman D. y Fayette S., fue un personaje relevante en la historia de los pianeros norteamericanos. En la década de 1890, los hermanos Cable empacaban sus pianos en Chicago y los enviaban en carretas tiradas por caballos a los estados del oeste, donde muchos de estos instrumentos eran adquiridos por predicadores viajeros. Eventualmente, los hermanos Cable jalaron cada quien por su lado, fundando, comprando y refundando compañías, ligando su apellido a otras casas productoras de instrumentos, hasta que, a la muerte de Herman, para la historia, quedaron dos: The Cable Company, con Fayette a la cabeza, y la Hobart M. Cable. Hobart ni se imaginaba que, un siglo después, los coreanos le comprarían la compañía a sus herederos y los legendarios pianos terminarían siendo Made in Korea and China. La palabra misteriosa de hoy es: pianos.
II: 440 hertz
Don Pedro Godínez tiene el oído más fino que conozco. El afinador, transportador y vendedor de pianos tapatío se sienta y, llave en mano, va tecla por tecla, cuerda por cuerda, dejando el sonido en su punto preciso, aparentemente ayudado por un osciloscopio que yo sospecho que conecta nada más para que el cliente quisquilloso no dude de su oído absoluto. Don Pedro es, además, una enciclopedia de modelos, marcas y hasta partes de pianos. En una ocasión lo acompañé en la transportación y afinación del piano del teatro Alfonso Michel, que la Secretaría de Cultura tuvo a bien prestar al Tec de Monterrey, y mientras lo reducía a su mínima expresión espacial, me explicó: “mira, estas no son las patas originales del piano, no corresponden al modelo. Las patas deben tener algunos 50 años, pero el piano debe andar por los 80”. Luego, fue descubriendo los detallitos en donde se veían las manos de restauraciones a lo largo de tres cuartos de siglo de historia. Finalmente el piano quedó desarmado y embalado, listo para el transporte. Ahí entendí por qué, cuando se le pide en préstamo o renta un piano a la Universidad de Colima, la primera condición es “sí, pero que lo transporte don Pedro Godínez”.
III: El músico
El concierto de piano más peculiar al que he asistido es el de Don Cuco, el robot pianista mexicano. Por cortesía de Luis Enrique Jiménez, director técnico del lugar, tuve acceso al Teatro Hidalgo antes de la función para “conocer” al robot, del que yo había leído desde niño en la revista Chispa, que en los 80s editaba el CONACYT. Visto ya en la primera década del 2000, don Cuco no parecía muy impresionante, pero no dejaba de ser una curiosidad. Para mi tristeza, el concierto fue decepcionante: el robot tocaba como robot, precisamente, y como un mal robot, de hecho; no sé qué esperaba yo, pero el aparato no tenía feeling, y sus interpretaciones carecían de lustre o siquiera de un toque artístico: eran nada más fuelles mecánicos apretando teclas bajo un patrón predeterminado que no siempre coincidía con las partituras. Encima, no tocaba piano, sino un teclado MiAlegría, y solo hacía melodías simples acompañado de una base rítmica y armónica igualmente robótica. Se sentía raro aplaudirle al robot después de cada canción. Mi hermano y yo abandonamos la sala a los 15 minutos.
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1 comentario:
Hola. De casualidad tendra forma de contactar a Pero Godínez?¿ Siempre me a afinado y movido mi piano, pero ya no puedo encontrarlo en ningún lugar, llegué por suerte a éste blog, si me pudiera pasar los datos de él se lo agrtadecería mucho. Hasta luego!
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