jueves, 16 de abril de 2009
Jueves 16/abr/09: El actor que parte
I: Buenos días
Christian abrió la puerta camuflada en el fondo de barro del escenario, y lentamente giró el picaporte, para revelar una tajada de intensa luz blanca que recortó su cuerpo en el marco. Giró y enfrentó al público una última vez; recorrió con la mirada a sus compañeros en la escena, y en el momento en que Antony Hegarty al piano daba el último acorde de Bird Gehrl, Christian cerró los ojos y se dejó caer de espaldas, al vacío, ante la conmoción ahogada del público. En la sala del teatro Quat’ Sous, en Montréal, quedó solo la luz entrando desde la calle por la puerta, resplandor que al apagarse, dio paso al torrente de aplausos de los que se dan de pie. Cuatro metros más abajo, en la calle, Christian se levantó rápidamente del colchón cubierto de nieve recién caída que lo había recibido, y corrió descalzo, temblando de frío, a la salida de emergencia del edificio, montó volando dos tramos de escaleras y llegó sin aliento al escenario, donde sus compañeros recibían la ovación, que se redobló al hacer su entrada Christian Rangel, que esa noche estrenaba Chasseurs, dirigido nuevamente por Éric Jean, enfant terrible del teatro francocanadiense. Las palabras misteriosas de hoy son: teatro, partidas, amistad.
II: El regreso
Una de las ovaciones más cálidas y largas en que he participado se la dimos a Silverio Palacios y a Joaquín Cosío al final de Emigrados, que presentaron en el Teatro Hidalgo, de Colima. Muchos de los presentes esa noche habían conocido a Silverio desde antes de que se fuera al DF a continuar la carrera teatral para la que el pueblo ya le quedaba chico. Así pues, verlo regresar, luego del triunfo y la fama, era ver al profeta en su tierra, siendo recibido con honores. Al teatro al aire libre en el Parque Regional se le puso el nombre de Silverio Palacios, y ahora cada vez que viene a Colima se le trata con la deferencia correspondiente y es noticia, se le entrevista, se hacen ciclos de cine en su honor, es fotografiado, lo buscan. Sin embargo, esos reflectores no estaban ahí cuando un buen día el joven artista agarró y se fue, como diría la canción, “con su espada de madera / y zapatos de payaso / a comerse la ciudad”. Como luego sucede, las partidas no son la noticia; lo son los regresos triunfantes.
III: Le coeur est un oiseau
El convenio que existe entre el gobierno del estado de Colima y el de la provincia canadiense de Québec ha permitido que, en los últimos años, decenas de artistas jóvenes hayamos ido y venido para hacer obras de teatro, cortometrajes, exposiciones de artes plásticas, talleres de artes varias, espectáculos de danza, lecturas de poesía y otras actividades que han enriquecido de manera importante la vida cultural colimense, y que han abierto una ventana de muy buenas luces donde nuestros vecinos de más al norte nos ven desde el arte. Christian Rangel, junto con los actores del grupo Cuatro Milpas, fue uno de los primeros beneficiarios de este convenio, y esos iniciales ires y venires a Québec dieron como resultado la coproducción de Cuerpos Extraños/Corps Étrangers, una obra que abrió camino para otras colaboraciones en escenarios entre colimenses y quebequenses: la ya citada Chasseurs (con Christian, Nelly Magaña y Héctor Castañeda, de Colima), Mariana Olas (producida, igual que Cuerpos…, por Janet Pinela), Ganas de vivir (Élodie Lombardo y Georgina Navarro) y Puercoespín (Héctor Castañeda, traduciendo y dirigiendo la obra de David Paquet).
Todo este recuento viene al caso hoy porque, mientras usted está leyendo esto, el actor colimense Christian Rangel va en un avión rumbo a Montréal, por quinta ocasión, esta vez con un contrato (su tercero) para trabajar nuevamente en el Quat’ Sous, emblemático espacio para el teatro contemporáneo francocanadiense. Después de haber actuado en más de una veintena de obras a lo largo de 9 años en Colima, Christian emigra ahora que otros públicos reclaman el concurso de sus teatrales esfuerzos.
Tuve el enorme placer de compartir el escenario con él en cuatro obras de teatro, y de disfrutar de una cercana amistad y un entendimiento muy especial con Christian. Compartimos una casa en Montréal y vivimos memorables aventuras dentro y fuera de la escena; aprendí mucho de él, y me alegré grandemente cuando supe que regresaba a esa hermosa isla en el río Saint Laurent —donde se le conoce y se le quiere— dispuesto a comerse la ciudad. Seguramente volverá con una estatura aún mayor, a cosechar las merecidas ovaciones en su tierra. Hasta entonces.
La Columna Lítica se publica también en hipertexto: ernestocortes.blogspot.com. Los leo: ernesto@cuerdacueroycanto.com
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