Conciencia

viernes, 10 de abril de 2009

Sábado 11/abr/09: De secuestros y tiranos


I: Buenos días
Gabriel García Márquez, que estaba a cuatro años del Nobel de Literatura, lo escribió así: "El plan parecía una locura demasiado simple. Se trataba de tomar el Palacio Nacional de Managua a pleno día, con solo veinticinco hombres. El ingenio de la acción consistía en hacerse pasar por una patrulla de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería de la Guardia Nacional. De modo que se uniformaron de verde olivo, con uniformes hechos por costureras clandestinas en tallas medianas, y se pusieron botas militares compradas el sábado anterior en tiendas distintas". El plan de los guerrilleros sandinistas funcionó, y dio como resultado entre 2000 y 3500 secuestrados (según quién lo cuente), incluyendo las dos cámaras del Congreso, dos ministerios, y cientos de personas que ese mediodía de agosto de 1978 realizaban trámites en el corazón político de Nicaragua. El presidente Anastasio Somoza tuvo que acceder a las demandas de los jóvenes secuestradores (que, exceptuando al Comandante Cero, jefe de la operación, promediaban 20 años), y a los dos días de la toma, liberó a 53 presos políticos, permitió que se transmitieran dos proclamas de los rebeldes por radio y televisión nacional, y les entregó medio millón de dólares, así como aviones a Costa Rica y Venezuela. Las palabras misteriosas de hoy son: secuestros políticos, historia.

II: 17 de diciembre de 1996
Cuando a Alberto Fujimori, presidente de Perú, le llevaron la noticia de que la casa del embajador japonés había sido tomada a media fiesta por un comando del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, se le revolvieron las tripas: en la fiesta, que celebraba el cumpleaños del emperador Akihito —tan lejos él en Tokio—, estaba su propia madre, junto con ministros, congresistas, embajadores, hombres de negocios y otros importantes.

Fujimori usó una estrategia distinta a la de Somoza. 14 rebeldes no podrían controlar a 800 secuestrados por mucho tiempo, así que les dio largas y sitió la casa. Consiguió que fueran soltando a los rehenes (incluida su madre, de cuya identidad el MRTA se enteró hasta que la habían dejado ir), hasta que solo hubo 72 de ellos al interior de la residencia. Luego, dejó que pasaran cuatro meses, durante los cuales, mientras “negociaba” con la mano derecha, planeaba una salida armada con la izquierda. Envió a un grupo de soldados peruanos a entrenar a Estados Unidos, y aceptó la ayuda de las agencias de inteligencia norteamericana e israelí, que resultó útil para espiar la casa desde adentro: una cámara en una guitarra, un micrófono en una Biblia, otra cámara en una botella de agua, otra en la caja de un juego de mesa, y así.

El MRTA tenía una estrategia de comunicación muy avanzada para ese entonces: tenían su propio sitio web, y publicaban regularmente mensajes que eran transmitidos desde dentro de la casa. Sin embargo, de nada les sirvió a la larga. Aunque denunciaron que se escuchaban ruidos de máquinas excavadoras bajo la casa (ruidos que las tropas afuera de la casa trataban de ahogar con estridentes marchas militares tocadas en altavoces gigantes, al estilo Waco), y aseguraron que Fujimori estaba haciendo un doble juego, interesado solo en la salida militar, su denuncia no tuvo mucho eco, y a los pocos días la casa fue asaltada por comandos del ejército peruano que recuperaron con vida a 71 de los 72 rehenes, y dieron muerte a todos los (y las) http://www.elmundo.es/1997/04/25/internacional/25N0000.html, que, exceptuando su jefe, Néstor Cerpa, promediaban 20 años de edad. A todos les dieron tiro de gracia: la instrucción del Presidente había sido “ningún MRTA vivo”, y fue cumplida. Fujimori dio un recorrido por la residencia, y se hizo retratar teniendo a sus pies el cuerpo lleno de agujeros de Nestor Cerpa, la sangre manchando la suela de los zapatos del mandatario.

III: Pero los dinosaurios, van a desaparecer
La década de Fujimori se caracterizó, entre otras cosas, por la mano dura y el poco respeto a los derechos humanos, y tuvo un fin desastroso, con el presidente dimitiendo por fax desde Japón, donde fue a esconderse esgrimiendo sus certificados de sangre nipona, porque en Perú su cabeza pendía de un hilo. Boletinado por la Interpol, cuando pasó por México cinco años después, las autoridades mejor se hicieron como que no lo veían, y fueron finalmente los chilenos quienes cumplieron la orden de arresto y lo enviaron de vuelta a Perú, donde fue juzgado y, como ya sabemos, sentenciado a 25 años de prisión por crímenes de estado.

Estamos en la red, con esta columna en hipertexto: ernestocortes.blogspot.com. Los leo: ernesto@cuerdacueroycanto.com



Episodio de la Columna Lítica relacionado: El destino de los tiranos

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