Conciencia

domingo, 22 de abril de 2007

Sábado 21/abril/07: Cultura

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I: Buenos días

No acostumbro comentar o criticar lo escrito por colegas periodistas. Prefiero hablar de los protagonistas de la noticia y no de los que la redactan. Sin embargo, en este caso me parece interesante hablar de lo que, escudándose en el anonimato, alguien escribió respecto al Mes del Libro y la Lectura que promueve la Secretaría de Cultura, o más específicamente, lo que ese alguien escribió sobre el secretario de esta dependencia. Las palabras misteriosas de hoy son: funcionario, escritorio, acción.

II: Circomaromaytiatro

Al secretario de Cultura, Rubén Pérez Anguiano, solo le falta aprender a andar en zancos y hacer malabares al mismo tiempo. Desde que entró a laborar en esta dependencia, al funcionario se le ha visto en prácticamente todas las actividades que su equipo programa, así sea en la población más alejada de la capital, participando activamente (y no solo “dándole realce con su presencia” a los eventos), y lo mismo da discursos que presenta libros, lee poemas al oído de la gente, baila, pega calcas a los autos en los semáforos y regala libros. Sin embargo, e increíblemente para mi, el pasado jueves 19 un periodista anónimo del Diario escribió “lo que no se ve bien es que el secretario Rubén Pérez Anguiano ande en las brigadas repartiendo volantes y pegando calcas o regalando libros o leyendo poemas al oído”. Yo me pregunto ¿Por qué no se ve bien”? ¿Acaso es preferible que un funcionario se mantenga alejado de las acciones que su propia secretaría promueve y vea los toros desde la barrera? ¿Mejor que se quede atrás del escritorio y que otros se encarguen del trabajo? No entiendo yo esa postura.

No es solamente el secretario el que anda metido en todas las actividades del Mes de la Lectura. La mayoría del personal (desconozco si todos) que labora en la secretaría de Cultura, así sean directivos, mandos medios o personal operativo, está involucrado, y se les ve con el uniforme de las brigadas literarias trabajando a nivel de cancha, no desde la comodidad de la oficina con aire acondicionado. No recuerdo a ninguna otra secretaría en este estado que haya realizado acciones similares con un impacto así. Si lo vemos más a profundidad, esto se trata también de una reeducación del burócrata y de una redefinición de su papel, algo urgente en nuestro país desde hace tantos, tantos años.

¿De qué se trata, señores? ¿De seguir sacralizando la figura del funcionario que debe mantenerse detrás del escritorio y no mancharse las manos, dándose ocasionalmente baños de pueblo que solo sirven para apuntalar previsiones electoreras?

El fin de semana pasado, el diputado Fernando Ramírez (PAN) dijo que la sociedad había manifestado “públicamente” su “repudio” al secretario de Cultura, trayendo nuevamente a colación el asunto de las intervenciones artísticas. Si sacamos cuentas y revisamos la prensa, el secretario de Cultura es uno de los personajes más golpeados por periodistas y políticos en las últimas semanas. Interesante sería, también, que los críticos se ocuparan de preguntar qué opina la comunidad artística de la actual administración, cómo nos está yendo. El buen trabajo de una dependencia de gobierno no se mide por los discursos o por las menciones positivas o negativas que del titular hagan los periodistas, sino por el impacto que tienen en la sociedad y por el bienestar que se propicia para la población hacia la que trabaja.

No critiquemos a los que sí trabajan, colegas periodistas. No escupan su veneno en declaraciones absurdas, señores diputados. Mejor aprovechen que la Secretaría de Cultura anda regalando libros y cultívense un poco. Y, por cierto, para los diputados del partido conservador (e incultos variopintos que los acompañan), una predicción personal: las intervenciones artísticas —sin comillas— van a seguir. Y algo me dice que no tendremos que esperar hasta el próximo año para ver la siguiente. Váyanse comprando su Nervocalm, como el papá de Mafalda.

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