Columna Lítica
Ernesto Cortés
I: Buenos días
El pasado 4 de abril, Patrick Wilson, un estudiante de 18 años residente de Anna, Texas, un pueblo de apenas 400 casas, fue detenido en la preparatoria local por portar un arma de fuego. Fue el primer aviso del año. Antier, en la masacre del Politécnico de Virginia, también en Estados Unidos, 62 personas recibieron balazos. De éstas, 33, incluyendo al asesino, murieron. Las palabras misteriosas de hoy son: escuela, copycat, balas.
II: Lotes
El miércoles 13 de septiembre de 2006 fue el único día de ese mes que llovió en Montréal. Al mediodía, Kimveer Gill entró en la universidad Dawson, en pleno centro de la ciudad, y comenzó a disparar a diestra y siniestra contra los estudiantes que encontraba a su paso. Dos minutos después, la policía entraba tras él a la escuela. La balacera y la persecución lo llevaron a la cafetería, donde terminó por dispararse en la cabeza tras ser herido por los policías en un brazo. Dejó tras de sí a 19 heridos y a Anastasia de Sousa, estudiante que había llegado ese semestre a la escuela, muerta. Irónicamente, Kimveer Gill había tenido un breve entrenamiento militar y había sido declarado “no apto” para la carrera de las armas.
Por desgracia, en el intrincado mundo de la criminalística se ha hecho notar que este tipo de eventos no vienen solos, sino que aparecen en “lotes”. Se da lo que en inglés se conoce como copycat effect, el efecto del imitador. Cuando un pistolero se inmola llevándose por delante a cuantos alcanzan sus balas, pronto –en cuestión de días, a lo largo de algunas semanas- será imitado por otros que realizarán actos similares. Cuando en Canadá sucedió lo del Dawson College, en Norteamérica se desató una secuencia de media docena de asesinatos (o intentos de) similares, así como la desactivación de dos proyectos asesinos de alumnos de preparatoria (uno en Canadá y uno en EU).
De esta serie, fue tristemente célebre el caso de la comunidad Amish en Lancaster, Pennsylvania, en donde un hombre entró a la escuela primaria y alineó y disparó por la espalda a diez niñas, dando muerte a cinco de ellas. El hombre era un vecino más del pueblo, y era tan observante de la religión como sus cofrades, tenía tres hijos y parecía una persona común y corriente para sus amigos y conocidos. Aunque se autoacusó de haber cometido abuso sexual a menores veinte años atrás, ni las autoridades ni las supuestas víctimas encontraron verdad en las afirmaciones, y las razones que lo llevaron a perpetrar la matanza son un misterio. El de Lancaster fue el tiroteo número 24 registrado en una escuela norteamericana durante el año 2006, de acuerdo con la oficina de National School Safety and Security Services (CBS, 2/oct/06). En 7 de estos 24 hubo muertos.
IV: Coreas
Cho Seung-hui llegó de Corea del Sur a Estados Unidos a los ocho años. A los 19, comenzó a estudiar Negocios en el Politécnico de Virginia, pero dos años más tarde cambió a Inglés y comenzó a escribir obras de teatro bajo el alias de Seung Cho (vaya seudónimo). Sus maestros y compañeros encontraban perturbadores sus escritos, en los que campeaba la violencia física y psicológica, lo que llevó a que una profesora le sugiriera asistir a terapia psicológica. Cho no tomó en cuenta la recomendación. El 16 de abril de 2007 inició su día a las 8:15 de la mañana, matando a una estudiante y a un trabajador en un edificio de dormitorios contiguo al suyo, y lo concluyó dos horas más tarde, encadenando las puertas de un bloque de aulas y disparando contra los ocupantes de cuatro salones de clases, suicidándose antes de ser capturado por la policía.
Decenas de gobiernos han expresado sus condolencias y su repudio por los hechos, incluído Corea del Sur. Es inevitable preguntarse qué hubiera pasado si el asesino del Politécnico de Virginia hubiera sido norcoreano. Por menos que esto, los gringos han invadido otros países. Afortunadamente, Corea del Sur está fuera del eje del mal, uno de sus exdiplomáticos, incluso, preside
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