I: Buenos días
Mi amigo Dustin vive en un pueblito llamado Souris, en la provincia canadiense de Manitoba, una región tan plana que el horizonte nunca parece terminar. Dustin viaja una vez por año al extranjero con su esposa y su bebé, tiene dos autos y una casa, trabaja solo ocho meses al año, a sus 28 años vive bien. Dustin es lo que acá llamaríamos un campesino, lo que allá dirían farmer. Las palabras misteriosas de hoy son: TLC, maíz, campesino, farmer.
II: Los datos
En 2001, un reporte de la agrupación civil canadiense ETC advirtió sobre la crisis alimentaria que se cernía sobre los países latinoamericanos, en particular en cuanto al tema del maíz, en los años por venir. El reporte denunciaba los peligros a que nos exponían las prácticas de las grandes transnacionales semilleras, así como la irrestricta experimentación con las semillas genéticamente modificadas, previendo un impacto significativo en un lapso de cinco años (The ETC Century, publicado por
Dos años más tarde, un documento de Oxfam exigía a
De este documento se desprendían cinco recomendaciones, entre las que se encontraban la introducción de cambios fundamentales en las políticas agriculturales norteamericanas, la revisión y renegociación del TLC para proteger los cultivos elementales para la seguridad alimentaria de México, así como la demanda de que el Acuerdo de Agricultura de
III: El TLC
Es obvio que un campesino mexicano no puede competir con un farmer norteamericano, y las razones son muchas y complejas: desde un sistema político que no propicia las condiciones para el desarrollo hasta el dispar acceso a la tecnología agrícola, no refiriéndonos solo a tractores y arados mecánicos, sino a las controversiales semillas genéticamente modificadas y a casos de terrorismo biológico legalizado, como la semilla Terminator, que una vez sembrada produce granos estériles. Toda esta cuestión técnica desencadena, a su vez, un debate en el que entran temas como la salud, la ética y los derechos históricos de los pueblos sobre su propia riqueza biológica.
Anteayer el gobernador Silverio Cavazos expresó su rechazo por el capítulo agrícola del TLC, señalando que la entrada en vigor del mismo pondrá a los campesinos mexicanos en competencia desleal con sus símiles norteamericanos. Asimismo, alertó sobre el hecho de que ahora el problema es el maíz, pero que pronto se extenderá a otros granos.
Efectivamente, la cosa va para allá: en agosto pasado, Monsanto, el monstruo transnacional de las semillas, anunció la compra (por 1500 millones de dólares) de la mayor empresa de semillas de algodón en el mundo, Delta & Pine Land. Con esta compra, Monsanto controla el 57% del mercado algodonero de Estados Unidos, y extiende sus tentáculos a través de las filiales que Delta & Pine Land tiene en 16 países (incluido México). Con esto, la presión para que los campesinos adopten las semillas transgénicas aumentan, como aumenta la riqueza de los productores norteamericanos y se condena al campo a una sumisión basada en el control y la administración del insumo elemental de la industria alimenticia.
El rechazo al capítulo agropecuario en el TLC no puede ser visto como una cuestión partidista de la que se saque raja política, sino como un asunto de interés nacional. Esta postura debe basarse no en un nacionalismo populista, sino en la reflexión de las implicaciones en materia de economía, ciencia, salud e impacto de las tecnologías en la sociedad, entre otros temas que han de ser considerados. Estamos a tiempo, pero queda muy poco.
http://ernestocortes.blogspot.com
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