Conciencia

domingo, 31 de mayo de 2009

Domingo 31/may/09: El vuelo del colibrí: poesía y futbol


Entre finales de los 90s y principios del nuevo siglo, Alejandro Pérez Cortés publicó poemas y relatos cortos en suplementos culturales y algunas revistas literarias de Colima. Ganó un concurso nacional de creación literaria, organizado por el Tec de Monterrey, y algunos de sus versos se conservaron en un par de antologías. Fue un poeta de producción corta, pero intensa, como recordarán quienes tuvieron oportunidad de disfrutar de su trabajo, que se publicaba también bajo el seudónimo de Alejandro Ax.

Un buen día, Alejandro emigró a Estados Unidos, y no mucho después de eso, se retiró de la poesía porque había encontrado una vocación mayor: llevar al mundo la palabra del Señor. Su último poema nos lo envió a una docena de amigos, junto con una larga carta de despedida, y poco supimos de él después de eso. Él mismo lo había escrito: “He descubierto, Madre / que por cada dólar que gano / estoy un kilómetro más lejos de casa”.

Hoy, con el pretexto del fin de semana futbolero, y con la nostalgia por un buen amigo que escribía como pocos, quiero compartir un fragmento de su Poema para hacer sonreir a mi madre, hasta hoy inédito, que es una bella muestra de cómo escribía el poeta que brevemente estuvo entre nosotros.


He descubierto, Madre

que la vida es un balón de futbol rodando por calles empedradas.

un balón que cruza una avenida transitada y detiene el tráfico

un balón que rompe las ventanas de una casa

un balón que se estrella en la cara y hace sangrar

un balón que te pega en el sexo y te derrumba.



Si pudiera abrazarte y decirte cuántas cosas he aprendido

sobre la vida mirando partidos de fútbol.

He visto jugadores retorciéndose en el área chica enemiga,

y por eso hay goles, trofeos, campeonatos.

Ni de broma diría que en ocasiones Dios sale sobrando,

pero admito que de vez en cuando, muy de vez en cuando, la televisión muestra la verdad, hace justicia cuando repite y repite

que no hubo patada, faul en el área chica.



Nadie podrá negarme que a veces, las grandes glorias se cimentan sobre la mentira.



Pocos jugadores saben que en la cumbre se gesta el abismo.

viernes, 29 de mayo de 2009

Sábado 20/may/09: Historias del Everest 5 y final: Armstrong, Hillary, Wilson, Morris.


I: Buenos días
Si usted ha seguido atentamente la Columna Lítica a lo largo del último mes, sabrá que cada sábado ha sido dedicado a una serie particular: Historias del Everest. Hoy esta serie llega a su fin con los epílogos de varias historias que se fueron enhebrando; esperamos que hayan disfrutado del respiro, en estos días en que se agobia uno de tanta y tan revolcada política. Las palabras misteriosas de hoy son: Historias del Everest, capítulo 5 y final.

II: Amigos
Neil Armstrong había visto el Polo Norte solamente desde la luna. Cuando Edmund Hillary lo invitó a viajar con él a la punta del globo, aceptó de inmediato. El escalador neozelandés se convertiría así en el primer hombre en pisar los tres polos: norte, sur, y Everest. Llegaron en avión, para no complicarse la vida, y brindaron con champaña en el punto donde se concentran al norte todos los meridianos del mundo, el 6 de abril de 1985, a las 7:01 de la tarde, exactamente 76 años después de Robert Peary, el primer bípedo implume que aseguró haber llegado al polo, aunque en verdad no se sabe, no se supo.

III: Wilson revisited
En 1985, un ya anciano miembro de la primera expedición china al Everest (que supuestamente coronó la montaña en 1960 por el lado norte, aunque no hay prueba alguna) le comentó al historiador Thomas Noy que recordaba haber visto los restos de una casa de campaña a 8500 metros de altura, lo cual era aparentemente incongruente porque antes de ellos, sólo se tenía registro de equipos que habían llegado hasta los 8300 m por esa ruta. Thomas Noy dio la historia por buena y comenzó a elucubrar, y brevemente levantó la polvareda en torno a la idea de que Maurice Wilson bien podría haber llegado a la cima del Everest (sería suya la casa de campaña hallada por el chino), muriendo en el descenso, de cansancio e inanición. Como se recordará, Wilson era un inglés que pretendía estrellar un avión en la montaña y luego proceder a la cima a pie, aunque no sabía nada de aviación y menos de alpinismo. Aún así, llegó a la montaña en 1932, y subió unos buenos 7000 metros, hasta el Collado Norte, donde se encontró su cadáver un año después. La posibilidad propuesta por Noy no prendió mucho en el mundo alpinista, y pesó más el realismo de la falta de preparación de Wilson y su desconocimiento de la escalada que el romanticismo de una historia que hubiera tenido un final bastante más glorioso.

III: Él escribía bien; ella mejor.
El periodista galés James Morris tuvo 5 hijos, de los que sobrevivieron 4, apadrinados varios de ellos por Hillary, quien se hizo gran amigo de Morris luego de haber compartido casa de campaña en la expedición del Everest. Después de su exclusiva que hizo historia desde la montaña, el periodista continuaría avanzando en una exitosa carrera, y luego se dedicaría a la literatura y la narración de viajes, así como el ensayo histórico. Hacia finales de los 60s, Morris vivió una transformación de James a Jan, comenzando por la toma de hormonas y concluyendo con una operación de cambio de sexo en 1972, realizada por un médico francés en Marruecos. La ley británica le permitió cambiar de género legalmente, a condición de que se divorciara de su esposa, quien l@ apoyó todo el tiempo. Continuó escribiendo, consolidándose poco a poco como una de las escritoras británicas más respetadas. En 1999, habiendo ya cosechado numerosos reconocimientos literarios y académicos, recibió, de la reina, la Orden del Imperio Británico. Hace un año, a sus 85 de edad, obtuvo el permiso de su gobierno para volverse a unir ante la ley con su pareja, Elizabeth Tuckniss (de quien nunca se ha separado, en realidad). Entrevistada en ocasión de su boda, Jan Morris dijo que cuando mueran serán enterradas una al lado de la otra, y que su epitafio rezará: “Aquí yacen dos amigas, al final de una vida juntas”.

Es todo por ahora. Estamos en la red: ernestocortes.blogspot.com. Los leo: ernesto@cuerdacueroycanto.com.

Jueves 28/may/09: La televisión y la comedia / El programa del góber




I: Buenos días
Cuando El Tigre Azcárraga dijo que él hacía “televisión para los jodidos”, ni se imaginaba que su heredero se la tomaría tan en serio. Menos, que su futuro competidor haría de esa frase la piedra angular de toda su producción, alimentando la jodidez con más jodidez, y poniéndola en horario estelar. Con la honrosa excepción de unas cuantas producciones, que se cuentan con los dedos de una mano —y sobran—, la oferta de la televisión nacional es muy pobre en cuanto a contenidos creativos, transmisión de conocimiento y cultura, y fomento de valores e ideas que redunden en el buen vivir del país. Poniendo el negocio por delante, las dos cadenas ofrecen programas insulsos, que entretienen sin demandar mucho cerebro del espectador, y con un muy bajo nivel en la producción, abaratando así el estándar de calidad, y desperdiciando tristemente valioso tiempo (de todos) que podría tener un uso más inteligente, más humano, más patriótico incluso. Las palabras misteriosas de hoy son: televisión, valores.

II: Llame y vote por la señorita, que no sabe cantar, pero mire nomás qué escote
Prendí la tele el domingo, anocheciendo. Las dos ofertas principales eran Hazme reir y serás millonario, por Televisa, y El gran desafío, por TvAzteca. En ninguno aguanté más de un bloque.

En algunas sociedades, el importante papel de la comedia se refleja a través de productos culturales o artísticos donde se aplica lo mejorcito que esa cultura ha desarrollado. En Inglaterra, por ejemplo, se transmitió por TV durante 10 años el programa Who’s line is it anyway?, donde un cuarteto de comediantes jugaban ágiles ejercicios de improvisación teatral cuyos temas eran sugeridos en gran parte por el público; se trataba de verdaderas demostraciones de habilidad, ingenio y creatividad, y eran divertidísimas y a menudo demandantes para el público. Humor inteligente, por decirlo en corto. El exitoso formato fue importado a Estados Unidos por Drew Carey, quien dirigió y produjo el programa por otras 8 temporadas.

En otras culturas, sin embargo, la comedia sirve para reforzar patrones sociales negativos. Una emisión de Hazme reir… es una exposición constante a ejemplos de discriminación, sexismo, violencia, burla, ridículo, actitudes prejuiciosas, y denigración de la individualidad (lo que no hace la gente por salir en TV), además de que es muy desigual la calidad artística de los que participan. El gran desafío no se queda muy atrás en la promoción de antivalores, solo que el formato es mucho más chafa, la producción más pobre y desorganizada. Encima, programas de este tipo, tan del gusto de las televisoras (“vamos a mezclar un famoso con un soñador”), denigran obscenamente el concepto de artista y de actividad artística.

III: Mientras tanto, en la ciudad de las palmeras… (“un saludo a doña Chonita…”)
Luego de intentar ver Hazme reir… y El gran desafío, le cambié un canal más arriba (al 11) y me encontré con una de las repeticiones del programa Valorarte, que conduce el gobernador Silverio Cavazos. Aunque al principio no pude evitar una sonrisa socarrona al ver que el programa trataba de “las mujeres líderes y exitosas” y que eran dos hombres los que estaban desmenuzando el tema, a fin de cuentas me quedé ahí. Un tanto sorprendido, tuve que aceptar que, a esa hora, lo mejor que la tele me podía ofrecer a mí, ser pensante y respetable, era un programa pueblerino, sin pretensiones, sin aspavientos ni brillitos, pero honesto a fin de cuentas. El programa del gobernador dista mucho de ser una maravilla de contenidos y producción, pero al menos sé que él y el ingeniero Melesio no me están tomando el pelo, ni vendiendo una crema que no necesito, ni queriendo convencerme de que vote por alguien, ni faltándole el respeto a mi inteligencia. Hay, en cambio, un esfuerzo honesto por llevar a la gente temas relacionados con el bienestar, y aunque a veces el nivel de discurso y de producción no sea muy elevado, los que están en ese programa, conduciendo o como invitados, tienen una intención positiva y traen algo qué aportar. Por eso, que no es poco, terminé mi domingo con ellos.

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miércoles, 27 de mayo de 2009

Martes 26/may/09: Publicidad en las campañas políticas / La anamorfosis



Los embajadores, de Holbein. La calavera, al centro, abajo.


I: Buenos días
Los primeros y vagos recuerdos que tengo sobre las cuestiones publicitarias datan de cuando vivíamos en Guadalajara y mi papá escuchaba por radio los partidos del Atlas. Se bloqueaba la señal de tele en la capital jalisciense para que la gente fuera al estadio, de modo que la alternativa era escucharlo. Ahí fue entrándome a la cabeza la lógica de que, cuando el portero mandaba el balón a tiro de esquina, otro locutor que no era el que narraba las acciones tomaba el micrófono y anunciaba algo, con voz enfática y convincente, para diez segundos después ceder la palabra a su colega que le metía emoción a un corner que uno imaginaba gallardo en su curva y batallado entre las cabezas ansiosas, épico, aunque en realidad fuera nomás chorreadito. Las palabras misteriosas de hoy son: publicidad, futbol, política.

II: “Cobra el tiro de esquina en infinitum”
No había seguido con atención los partidos de la liga mexicana desde hace mucho tiempo, por lo que volver a ver las transmisiones televisivas de éstos me hizo darme cuenta de qué rápido han cambiado las cosas en tan poco tiempo. Hay algunos adelantos tecnológicos notables en cuanto al uso de computadoras y supercámaras para desmenuzar las jugadas; pero a la vez, los partidos se han convertido en pretextos para una publicidad cada vez más descarada y con muy poco respeto por el espectador. Si a eso le sumamos que TvAzteca parece haber asumido como bandera un estilo ramplón y vulgar de narración, de pronto resulta preferible ver el partido en mute.

III: De Holbein a Slim
Fue Leonardo da Vinci, por ahí de 1485, el que descubrió o al menos puso primero en papel una técnica que ahora se conoce como anamorfosis, en la cual se dibuja o se pinta usando una perspectiva óptica que hace que el objeto pintado tenga que ser observado necesariamente desde un ángulo determinado para que la figura tenga sentido. Medio siglo después de Leonardo, Hans Holbein el Joven pintó el más elaborado ejemplo de anamorfosis en su época al incluir en su pintura Los Embajadores un objeto que, al mirar desde el frente, parecía una mancha irregular, pero que al acercarse al cuadro y mirar desde una esquina del marco, se convertía en una calavera.

Hoy, lo desarrollado por Leonardo y Holbein tiene una aplicación muy práctica: hacer dinero. Seguramente usted habrá observado las lonas que se ponen a los costados de la portería en los estadios: lonas que, desde la toma de la cámara en la tribuna, reproducen logos y marcas, pero que a nivel de cancha son manchas extrañas: eso se logra por medio de procesos de anamorfosis desarrollados por computadora, y destinados a no desaprovechar ningún espacio en la pantalla para vendernos cosas: celulares, autos, aparatos electrónicos, cuentas de banco, de todo. El chiste está en que nuestra mirada esté llena de estímulos para gastar.

III: Gol
Me gustaron mucho los partidos de estas semifinales aquí en la liga mexicana, en particular los disputados por Pumas y Puebla: buenos goles, de pronto jugadas bonitas, el reto de estrategias cerradas que hay que romper, la emoción de los goles cerca del final. En lo futbolístico, quedé contento. Pero por otro lado, tuve que desarrollar muy rápido la memoria táctil sobre el control remoto para reconocer con el índice el botón que enmudece a la televisión, porque llegó un punto en el que la publicidad vomitada por los locutores cada tres jugadas me asqueó.

El colmo, sin duda alguna, fue el “casual” encuentro de un reportero de Televisa con Demetrio Sodi en el estadio de los Pumas, pues el político agarró el micrófono y se puso a exaltar las bondades del futbol para la sociedad, y a promover su candidatura a la Delegación Miguel Hidalgo de manera descarada, mientras en la pantalla los jugadores se partían el alma tras el balón. Según el PRD-DF, el numerito fue preparado, y le debió haber costado al PAN alrededor de medio millón de pesos, mismos que habrían entrado de manera ilegal a las arcas de Televisa, pues fue contratado “por afuerita”. Ya no hay respeto.

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domingo, 24 de mayo de 2009

Sábado 23/may/09: Historias del Everest: la antorcha olímpica que nunca estuvo ahí

Foto de Alan Arnette

I: Buenos días
El Monte Everest se encuentra mitad en Tibet (China, pues), por el norte, y mitad en Nepal, por el sur. Cada año, principalmente en el mes de mayo, cientos de escaladores se presentan a los campamentos base de ambas caras de la montaña para intentar subirla. Debido a su altura (8840 m), uno de los principales problemas que enfrentan los everestistas es la falta de oxígeno, pues en la punta de la montaña solo hay un tercio del preciado gas, con respecto al que se puede disfrutar a nivel del mar. De los escaladores que lo intentan con oxígeno embotellado (la mayoría), solo el 29.44% lo logra; de los que lo intentan sin oxígeno, apenas un 18.97% tiene éxito (y 7.64% de éstos muere en el camino de regreso). Trepar esa montaña no es cualquier cosa, se tiene que planear todo muy cuidadosamente: es la vida lo que se pone en juego. Las palabras misteriosas de hoy son: historias del Everest, capítulo 4.

II: Lo que no se vio en la transmisión
El año pasado, en plena fiebre olímpica, China anunció que llevaría la flama olímpica a la cima del Everest, y que para hacerlo, habría que “cerrar” la montaña. Y tal cual, como si fuera un parque de diversiones, la cerraron, ante la protesta de cientos de montañistas que de golpe vieron aplastados sus planes, ya estando ahí, en el campamento base. Cediendo ante no se sabe qué presiones, la ruta sur de la montaña también fue clausurada por las autoridades de Nepal, y China colocó soldados armados a partir de cierta altura para reforzar el mensaje de los letreros manuscritos que, absurda pero perentoriamente, prohibían explícitamente escalar más arriba.

Para evitar escándalos, los chinos decomisaron teléfonos, computadoras, cámaras y equipo electrónico a cientos de alpinistas, y establecieron un filtro para las comunicaciones salidas del campamento base, dosificando arbitrariamente el uso de los aparatos de comunicación a los furibundos e impotentes escaladores. En sucesivos operativos de revisión sorpresa, decomisaron también todo lo que oliera a propaganda pro-Tibet: banderas, carteles y camisetas de Free Tibet, impresos, todo. De paso, aprovecharon para cometer varios abusos, que no pudieron ser denunciados ante nadie: a varios días de camino de la civilización, la única ley es la del rifle made in China. Los alpinistas tuvieron que aguantarse el coraje y apechugar.

III: Capricorn one revisited
A fin de cuentas, resultó que la llevada de la flama olímpica a la cima de la montaña fue tan pirata como tantas otras cosas de esa olimpiada: las gimnastas cachirules, los fuegos artificiales falsos que vimos en la tele, la niña que hacía playback en la ceremonia de apertura, en fin. Los chinos transmitieron “en vivo” desde “la cima”, pero el análisis posterior del video reveló que éste había sido tomado en cualquier otra parte, menos en el Everest, y que todo era un montaje. Por eso no querían a ningún extranjero en la montaña en esos días.

Lo primero que saltó a la vista era que los escaladores exhalaban vaho, cosa que es sencillamente imposible en lo alto del Everest, por lo delgado y extremadamente seco del aire; además, despertó sospechas el que en el video todos iban fresquecitos, hablando en oraciones largas que contrastan con el aliento entrecortado característico de las grandes alturas, y dando un paso tras otro a un ritmo nunca visto en otros videos del Everest. Luego, se hizo notar que todas las tomas eran cerradas, sin referencias topográficas que confirmaran el lugar donde se estaba grabando el video. Por si fuera poco, en la cinta aparecía un número increíble de escaladores sin máscara de oxígeno, lo cual solo daba pie a dos conclusiones: o bien los chinos eran superhombres (y supermujeres), o bien todo era un montaje. Más bien fue esto último. Cientos de montañistas vieron esa temporada frustrados sus planes a causa de un fraude más, cometido en nombre del espíritu olímpico.

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Las fotografías son propiedad de Alan Arnette, de quien recomendamos ampliamente su propia narración sobre la experiencia de ser alpinista en el Everest durante el 2008. Alan Arnette también matiene un muy completo sitio en internet dedicado a dar seguimiento a las expediciones del Everest.

lunes, 18 de mayo de 2009

Martes 19/may/09: Mario Benedetti y Hugo Chávez (very exclusive footage)

I: Buenos días
Yo estuve presente en la última aparición pública de Mario Benedetti. Fui, además, uno de los boquiabiertos testigos del encuentro entre dos personajes de estatura mayor, cada uno en sus reinos: el poeta uruguayo y el presidente venezolano Hugo Chávez. No sabía entonces, en diciembre de 2007, que estaba participando en la última ovación que en vida escucharía Benedetti, pero sí intuía que ese momento era histórico, y que definitivamente sería para contárselo a los nietos. Las palabras misteriosas de hoy son: el jilguero y el águila.

II: “Vengo del periódico Ecos de la Costa, de México, déjenme entrar”
Hace año y medio, durante un viaje por Uruguay y Argentina, tuve la oportunidad de colarme (gracias a mi acento mexicano y a la credencial del Ecos) a una reunión que Hugo Chávez tuvo con la crema y nata de la izquierda uruguaya, en la Universidad de la República, en Montevideo. Diputados y senadores, líderes sindicales, ministros, dirigentes de partidos políticos, líderes estudiantiles, cuadros de las juventudes comunistas, cuatro embajadores, un ecologista, dos docenas de periodistas acreditados, y yo, haciéndome el cra con la Canon en una mano y el trocito de cartulina que me acreditaba como reportero venido de lejos en la otra.

Al lograr mi ingreso a la sala donde se realizaría la reunión, yo no sabía que, además del hombre de rojo, habría otro agasajado en la velada: pasados los discursos de bienvenida, por una puerta lateral entró, en silla de ruedas, un ancianísimo y pequeñito Mario Benedetti, su cara una sonrisa inmensa, los ojos bonachones. El comandante caminó hacia él y el poeta se puso de pie trabajosamente; Chávez se llevó la mano a la sien y se cuadró militarmente, a lo que Benedetti respondió de la misma forma, aunque más en plan de guasa que marcialmente, ante la ovación general. Se abrazaron, y se dijeron cosas que solo el camarógrafo de Telesur, a medio paso de ellos, alcanzó a registrar. Yo saqué unas cuantas fotos y varios minutos de tembloroso testimonio en video. Nunca en la vida había imaginado que vería a Mario Benedetti hacer un saludo militar; él que tanto escribió y vivió contra ellos.

III: “Hay hombres que luchan toda la vida…”
El gobierno venezolano, aprovechando la visita de Chávez a Montevideo por la cumbre del Mercosur, había decidido imponer la honrosa Orden Francisco de Miranda a Mario Benedetti, por “la gran calidad de su obra literaria”, dijo el presidente, y por ser “uno de esos seres humanos indispensables”, señaló, haciendo referencia a Brecht (“Hay hombres que luchan un día, y son buenos…”). La ocasión no podía ser mejor, pues Uruguay había despertado esa mañana con la noticia de que el exdictador Gregorio Álvarez iría a prisión, por delitos de lesa humanidad, y había un ambiente de fiesta y esperanza. Benedetti era, sin duda alguna, uno de los más felices.

En lo que Hugo Chávez le engarzaba al poeta la venera (“oro amarillo pulido, formada por una elipse de veintiocho milímetros en su diámetro mayor y dieciocho milímetros en el menor, rodeada de ocho rayos dobles acanalados de aristas divergentes”), la ovación en el pequeño recinto universitario se hacía atronadora, y el maestro de ceremonias explicaba el significado de la Orden, instituida para reconocer a “aquellos que siendo o no venezolanos lo merezcan por sus servicios a la ciencia, al progreso del país, o por sus méritos sobresalientes”. Aplausos y más aplausos, Benedetti sonriente.

Antes de lanzarse a su propio discurso, que duraría algo más de un par de horas, y en el que arremetería contra el rey Juan Carlos, el Papa, y el presidente colombiano, Hugo Chávez se despidió de Mario Benedetti; se volvieron a abrazar, y el comandante le dio un beso en la frente al poeta, formando un cuadro casi surrealista. Benedetti fue ayudado nuevamente hacia su silla de ruedas y salió bajo una ovación de las que se dan de pie. Ninguno de los presentes sabíamos que era la última vez que el poeta escucharía palmas en su honor.

En el blog está el histórico video, tomado por un servidor: ernestocortes.blogspot.com. Los leo: ernesto@cuerdacueroycanto.com

viernes, 15 de mayo de 2009

Sábado 16/may/09: Historias del Everest, 3a parte



I: Buenos días
Maurice Wilson salió de la Primera Guerra Mundial con grado de teniente segundo del Ejército de Su Majestad y con heridas de las que nunca se recuperaría plenamente. Los siguientes diez años de su vida estuvieron marcados por enfermedades físicas y mentales, depresión post-guerra y un cambiar constante de residencia. Sin embargo, en 1932 “algo” sucedió en su vida que abruptamente cortó de tajo sus enfermedades y le trajo bienestar: Wilson aseguró que un misterioso individuo le había pasado una receta milagrosa: una combinación de ayuno y fe en Dios podía curar cualquier enfermedad, incluso aquellas consideradas incurables por la medicina de la época. Con el entusiasmo característico de los neoconversos, Wilson se dispuso a promover el método de sanación. Para llamar la atención del mundo, tramó un plan infalible: volaría de Inglaterra a Nepal, estrellaría su aeroplano en las alturas del Everest y de ahí procedería a la cima a pie. El hecho de que no supiera nada de aviación, y mucho menos de alpinismo, no le parecían mayor obstáculo. Las palabras misteriosas de hoy son: historias del Everest, capítulo 3.

II: Locuras
Wilson adquirió un biplano Gipsy Moth, de fuselaje de madera y alas de tela, que alcanzaba una velocidad máxima de 169 km/h. Aprendió los rudimentos de aviación, y luego pasó 5 semanas caminando en las modestas colinas de Snowdonia, considerando que ese era suficiente entrenamiento para atacar la cima del Everest, que el año anterior había derrotado a la cuarta partida inglesa que intentaba escalarlo. Habiendo recibido ya considerable atención de la prensa, Wilson tuvo un accidente con su avión días antes de la fecha de partida, lo que hizo que las autoridades inglesas le prohibieran intentar el absurdo vuelo. Él no se arredró, mandó reparar la nave, y voló al Cairo, donde se enteró que en las pistas aéreas persas había un veto contra su persona. Se dirigió entonces a la isla de Bahrein, donde con engaños consiguió combustible, y de ahí se lanzó en una escapada suicida a Gwadar (hoy Pakistán) a donde llegó milagrosamente, con el marcador de gas en ceros. Voló luego a Lalbalu, India, donde las autoridades reiteraron la prohibición de surcar el espacio aéreo hindú.

Wilson vendió el aeroplano y pasó el invierno en Darjeeling, ayunando, rezando, y tratando de conseguir permiso para entrar al Tibet. Al no lograrlo, se disfrazó de monje budista, y acompañado por tres sherpas se internó ilegalmente en el Tibet el 21 de marzo de 1934, a pie, arribando al monasterio de Rongbuk (cerca de la base del Everest) cuatro semanas después. De ahí se dispuso a asaltar la montaña, solo.

III: Finales anunciados
Wilson pensaba que todo era cuestión de atravesar el glaciar Rongbuk, llegar al Collado Norte de la montaña (7020 m), y que ahí encontraría los escalones tallados en la nieve un año antes por los expedicionarios ingleses, así como las cuerdas dejadas por éstos, lo que facilitaría su ascenso. Así de grave era su ignorancia. Sin embargo, sucesivos intentos le impidieron pasar siquiera del glaciar, hasta que se hizo ayudar por los sherpas, que lo condujeron a la base del Collado. Ahí, fue primero el mal tiempo quien lo frenó, y luego una pared a 6918 m que demandaba aptitudes escaladoras que Wilson no poseía. Los sherpas renunciaron y le rogaron regresar con ellos, pero Wilson estaba decidido: o el Everest, o la muerte.

Y así fue. El 29 de mayo escribió en su diario “este día será el último esfuerzo, me siento exitoso” y partió rumbo a su destino. Al año siguiente, la expedición inglesa de Eric Shipton encontró su cuerpo congelado al pie del Collado Norte. Lo enterraron en una grieta y, según testimonio de uno de los miembros del grupo, todos levantaron sus sombreros a la vez, en señal de respeto y admiración por ese hombre loco, pero determinado, que había intentado el portento de escalar una montaña que, no lo sabían aún, resistiría 3 décadas más antes de ceder al pie del primer hombre.

lunes, 11 de mayo de 2009

Sábado 9/may/09: Historias del Everest II: James Morris

James Morris felicita a Edmund Hillary

I: Buenos días
El 30 de mayo de 1953, el periodista inglés James Morris ascendió unos muy respetables 6736 metros en el Monte Everest hasta el Campamento IV, por segunda vez en tres semanas, para esperar noticias de los alpinistas que, 2000 metros sobre su cabeza, batallaban por conquistar la cima. Morris era reportero estrella del Times, de Londres, medio que había patrocinado significativamente la expedición a cambio de la exclusiva. El hecho de que un hombre sin mayor entrenamiento llegara a esa altura de la montaña era algo verdaderamente notable, y hasta temerario, por el aire enrarecido, las inclemencias del frío, el juicio nublado y la debilidad física que son el resultado de la magra atmósfera a esas alturas del planeta. Morris iba movido por el interés de hacer historia él mismo: la noticia tenía que llegar a Londres en un tiempo récord. Las palabras misteriosas de hoy son: historias del Everest, capítulo dos.

II: Extra, extra
En esa época presatelital, la transmisión de datos era todavía una elaborada y compleja ciencia dando sus primeros gateos hacia el futuro. Aunado a eso, el Everest estaba tan lejos de la civilización, que una noticia tardaba unos 9 días en llegar de la alta montaña a Occidente. John Hunt, militar y alpinista que dirigía la expedición, tenía esto en cuenta y se mesaba los cabellos conforme pasaban los días y la cima del Everest eludía los intentos del equipo. Su intención era escalar la montaña y alcanzar a enviar la buena nueva a Inglaterra a tiempo para que llegara antes de la coronación de Su Majestad la Reina Elizabeth II, cuyo esposo, Su Alteza Real Felipe, duque de Edimburgo, había puesto hartas libras en la empresa.

La coronación era el 2 de junio. Por eso, al ver que al campamento base (5380 m) no llegaban noticias (los radios eran muy limitados en su rango y desempeño), James Morris decidió subir a buscarlas. Escaló la cascada de hielo de Khumbu, que es una de las secciones más demandantes y peligrosas de la montaña, y acompañado de dos sherpas, llegó en la mañana del 30 de mayo al Circo Occidental, donde Hunt había ubicado el centro avanzado de mando. A eso de las 2 de la tarde, desde el campamento divisaron a los escaladores que bajaban del Collado Sur (y antes de eso, de la arista SE y de la cima, dos días antes), y estalló la celebración al ver las señas inequívocas de victoria que desde lejos venían haciendo. Morris se quedó apenas lo suficiente para felicitar a Hillary y a Tensing, escuchar su primer relato y garabatear unas notas. Acompañado de otro alpinista, comenzó a bajar la montaña que apenas en la mañana había escalado, atravesando de nuevo la cascada de hielo para llegar en la noche al campamento base, resollando y temblando de cansancio, pero indemne.

III: Diría Borat: “Great success!”
Otros dos diarios ingleses también habían enviado reporteros a Nepal, pero como la exclusiva ya estaba vendida, la tarea de estos periodistas, acuartelados en Katmandú, a varios días de marcha de la montaña, era de espionaje: interceptar los telegramas que Morris enviara a su periódico para piratearle la noticia.

Conciente de ello, Morris había ideado una clave para transmitir mensajes cifrados: había asignado nombres de alpinistas a palabras cotidianas, y algunos verbos tenían un segundo significado que solo él y su periódico conocían. Así, al llegar al campamento base, redactó un telegrama de 15 palabras en el que daba cuenta (aparentemente) de un fallido ataque a la montaña, y envió de inmediato un corredor a Namche, a 50 kilómetros de la base del Everest, desde cuya estación se envió por radio el mensaje a la embajada británica en Katmandú, de donde sería redirigido vía telegráfica a Londres. Los espías lo dieron por bueno y enviaron su propia nota a sus sendos medios. El Times lo recibió en la noche del 1º de junio, justo a tiempo para el cierre de la edición que anunciaba la coronación, y decidió darle igual espacio de titulares a ambas noticias. Al día siguiente, en el desfile de la recién coronada soberana iban altavoces anunciando la conquista del Everest. La reina estaba que no cabía en su carruaje.

Continuará el próximo sábado. Estamos en la red: ernestocortes.blogspot.com. Los leo: ernesto@cuerdacueroycanto.com.



Jan Morris

El telegrama

miércoles, 6 de mayo de 2009

Martes 5/may/09: El futbol en tiempos de la influenza / En Colima no pasa nada


I: Buenos días
Hace una semana, escribí en este espacio que “un partido (de fut) sin público no es partido”. Hoy quisiera reescribir esa opinión, después de jornada y media de juegos: un partido de futbol sin público es menos espectáculo, pero es en realidad más futbol. Sin ser conciente de ello, había dado cabida a la noción de que el deporte televisado es más entretenimiento atarantador que admiración de las virtudes atléticas de un grupo de invididuos que representan, en bola, una partecita de lo que uno quisiera ser. Dicho en otras palabras, qué bonito es el futbol cuando es hermoso, y el rimbombo está reducido al mínimo posible, y los 22 dentro del rectángulo verde están dedicados menos al vedetismo y más a llevar la pelotita al marco de 7.32 por 2.44. Hay que quedarnos con esa apreciación, ahora que el público regrese a los estadios, pasada la tremenda emergencia sanitaria, y recordar lo que es ver por televisión un tiro de esquina y distinguir clarito el tup del cabeceador que anota el gol, y en vez de escuchar al estadio coreando la anotación y ver al jugador haciendo piruetas y gansadas para el respetable, oír los aplausos sueltos, atestiguar las felicitaciones en cortito y sinceras, los futbolistas más humanos, el futbol más de a de veras. Las palabras misteriosas de hoy son: Das Experiment.

II: El catarrito famoso
De que el virus ahora conocido como AH1N1 existe, existe. De que lo están usando en México para fines políticos y para otras cuestiones medio ocultas en la tenebra, también. La epidemia de lo que en un principio se llamó influenza porcina ha sido muy peculiar, porque, por ejemplo, los muertos cada vez son menos. Si revisamos las primeras cifras, usadas por el gobierno mexicano para convencernos de que era imperativo encerrarnos todos en nuestras casas, dejar de trabajar y dejar de interactuar con los vecinos, veremos que las fatalidades se fueron reduciendo con el paso de los días, y lo que en un principio fue pintado como los relinchos del primer caballo apocalíptico luego fue siendo menos grave. Por qué los Estados Unidos, que tiene números alarmantes en cuanto a la cantidad de infectados, no toma —ni de lejos— medidas como las del gobierno mexicano, es una de las muchas preguntas sin respuesta clara en este panorama. Pero nos da un buen parámetro para evidenciar el turbio experimento del que estamos siendo parte.

No soy de los teóricos de la conspiración que afirman que la enfermedad no existe y que el gobierno la inventó para servir a sus propios intereses. La enfermedad existe, parece ser grave (parece), y sería imposible armar una patraña de este vuelo involucrando a los gobiernos de otros países, la Organización Mundial de la Salud y otros organismos internacionales. Ya quisiera Calderón tener el poder (y la sagacidad) para armar una telaraña de ese vuelo. La cosa no va por ahí.

El asunto es que, aprovechando el pretexto de la emergencia sanitaria, al gobierno mexicano se le ocurrió aplicar un experimento social a gran escala, metiendo miedo irracional en la gente y bombardeando al pueblo, a través de la televisión principalmente, con advertencias de muerte para separarnos, aislarnos, y recluirnos. La finalidad clara del experimento, y los beneficios que de él se obtendrán, son algo que todavía tardaremos un tiempo en discernir, pero que de seguro los adoradores de Tezcatlipoca al servicio del estado están procesando en estos momentos. Lo bueno, dentro de todo, es que en Colima no les funcionó mucho el jueguito.

III: Como dijo Abelardo Ahumada, “no olvidemos que el taco también es cultura”
Ya para el fin de semana, eran muy pocos los que en Colima se creían el asunto de la emergencia y las medidas sanitarias. Para bien o para mal, la gente salió a las calles, se reunió en grupos, se olvidó de recomendaciones. La Madero lucía plena el sábado, y acaso uno de cada 300 traía cubrebocas. Por la 5 de Mayo, un grupo de vecinos rezaba un novenario, los restaurantes de los portales lucían su habitual clientela, y más al norte, la carpa de La Marina estaba a reventar. ¿Cuál influenza, cuáles medidas, cuál miedo?


Yo, que me había abstenido de comer carne de cerdo por más de una semana, me fui a comer unos tacos al Jardín Núñez. Pobres chanchos, hay que reivindicarlos.

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domingo, 3 de mayo de 2009

Sábado 2/may/09: Historias del Everest, 1a parte.



I: Buenos días
Edmund Hillary y Tenzing Norgay Sherpa fueron los primeros vertebrados que pusieron pie en la cima del monte Everest y vivieron para contarlo. Era 1953, y se trataba de la novena ocasión que los ingleses intentaban escalar la montaña más alta del mundo, 8848 metros sobre el nivel del mar – la altura a la que vuela un avión comercial. Sabían que, de no lograrlo, el honor del primer ascenso podría ser para Francia, que ya había programado su propia expedición para el siguiente año, o para los suizos, que habían fallado en 1952 (llegaron a 237 metros de la cima), pero tenían ya permiso del gobierno nepalí para intentarlo nuevamente en 1955. Como no era cosa de andar poquiteando, los británicos se lanzaron con todo: 400 personas participaron en la expedición, la mayoría como porteadores, para subir las casi 5 toneladas de equipo a los 9 campamentos escalonados a lo alto de la montaña, bajo una organización militar y con un programa de tres meses bien calculado, donde si un escalador fallaba (como ocurrió) había otros de reserva listos para el ataque a la cumbre. En la expedición iba un periodista, que resollaba con el delgado aire del campamento base (a 5380 m) y no se despegaba de una libretita en la que atesoraba la clave que usaría para transmitir el mensaje codificado anunciando a su periódico la conquista de la montaña. Ese periodista, James Morris, se convertiría con los años en una de las escritoras más respetadas de Inglaterra, continuando, como mujer, una impresionante carrera que ya había iniciado, como hombre; pero esa es otra historia. Las palabras misteriosas de hoy son: historias del Everest, capítulo uno.

II: La cima del mundo
En 1852, la Gran Expedición Topográfica de la India, comisionada por el gobierno británico, dio a conocer que había sido medida la montaña más alta del mundo (aunque entonces le calcularon 8 metros menos). El que hasta entonces era conocido como Pico XV fue bautizado 13 años después como Monte Everest —en honor al topógrafo que había dirigido la expedición en años anteriores— aunque los nepaleses ya tenían su nombre: Sagarmatha, y los chinos el suyo: Chomolungma.

Una vez medida la montaña, era cuestión de tiempo para que alguien decidiera que tenía que ser escalada. Y así comenzó el desfile de aventureros con mayor o menor experiencia, que trataban de alcanzar el techo del planeta. Serían 101 años y 24 muertos de 11 expediciones hasta que alguien lo lograra, y mientras tanto hubo de todo en las faldas de la montaña: desde un inglés excéntrico de nulas habilidades alpinistas que pretendía estrellar su avión en algún punto elevado del pico y luego proceder a pie hasta la cima (ya le dedicaremos su propio capítulo) a un canadiense sin mayor experiencia —pero con muchísima determinación— que atravesó Nepal sin permiso del gobierno, acompañado de dos sherpas (uno de ellos Tenzing Norgay), y realizó una respetable escalada hasta los 6600 m, cuando una feroz tormenta y el sentido común le indicaron que lo mejor era abortar la misión.

III: Fo-to, fo-to
Edmund Hillary se quedó con las ganas de una foto en la cima del Everest: Tenzing nunca había usado una cámara en su vida, y esos no eran momentos para aprender, con el cerebro afectado por la falta de oxígeno, el frío infernal (oxímoron, se llama esa figura retórica), el cansancio, y la urgencia de bajar rápido al campamento donde se atesoraban los tanques de gas que les permitirían mantenerse con vida. La foto del recuerdo, pues, fue de Tenzing, con el piolet en el aire y la ristra de banderitas sacudiéndose. 15 minutos nada más y vámonos de regreso. Era el 29 de mayo de 1953. En esos tiempos presatelitales, una noticia tardaría en llegar unos 9 días a Inglaterra, pero la buena nueva del ascenso se publicó en The Times, de Londres, el 2 de junio, mismo día de la coronación de la reina Elizabeth. Las buenas mañas del periodista implicado son toda otra historia, de la que hablaremos el próximo sábado.

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Material extra: video con imágenes tomadas originalmente en 35mm en la expedición de 1953. 37 minutos de invaluable testimonio histórico.