Entre finales de los 90s y principios del nuevo siglo, Alejandro Pérez Cortés publicó poemas y relatos cortos en suplementos culturales y algunas revistas literarias de Colima. Ganó un concurso nacional de creación literaria, organizado por el Tec de Monterrey, y algunos de sus versos se conservaron en un par de antologías. Fue un poeta de producción corta, pero intensa, como recordarán quienes tuvieron oportunidad de disfrutar de su trabajo, que se publicaba también bajo el seudónimo de Alejandro Ax.
Un buen día, Alejandro emigró a Estados Unidos, y no mucho después de eso, se retiró de la poesía porque había encontrado una vocación mayor: llevar al mundo la palabra del Señor. Su último poema nos lo envió a una docena de amigos, junto con una larga carta de despedida, y poco supimos de él después de eso. Él mismo lo había escrito: “He descubierto, Madre / que por cada dólar que gano / estoy un kilómetro más lejos de casa”.
Hoy, con el pretexto del fin de semana futbolero, y con la nostalgia por un buen amigo que escribía como pocos, quiero compartir un fragmento de su Poema para hacer sonreir a mi madre, hasta hoy inédito, que es una bella muestra de cómo escribía el poeta que brevemente estuvo entre nosotros.
Un buen día, Alejandro emigró a Estados Unidos, y no mucho después de eso, se retiró de la poesía porque había encontrado una vocación mayor: llevar al mundo la palabra del Señor. Su último poema nos lo envió a una docena de amigos, junto con una larga carta de despedida, y poco supimos de él después de eso. Él mismo lo había escrito: “He descubierto, Madre / que por cada dólar que gano / estoy un kilómetro más lejos de casa”.
Hoy, con el pretexto del fin de semana futbolero, y con la nostalgia por un buen amigo que escribía como pocos, quiero compartir un fragmento de su Poema para hacer sonreir a mi madre, hasta hoy inédito, que es una bella muestra de cómo escribía el poeta que brevemente estuvo entre nosotros.
He descubierto, Madre
que la vida es un balón de futbol rodando por calles empedradas.
un balón que cruza una avenida transitada y detiene el tráfico
un balón que rompe las ventanas de una casa
un balón que se estrella en la cara y hace sangrar
un balón que te pega en el sexo y te derrumba.
Si pudiera abrazarte y decirte cuántas cosas he aprendido
sobre la vida mirando partidos de fútbol.
He visto jugadores retorciéndose en el área chica enemiga,
y por eso hay goles, trofeos, campeonatos.
Ni de broma diría que en ocasiones Dios sale sobrando,
pero admito que de vez en cuando, muy de vez en cuando, la televisión muestra la verdad, hace justicia cuando repite y repite
que no hubo patada, faul en el área chica.
Nadie podrá negarme que a veces, las grandes glorias se cimentan sobre la mentira.
Pocos jugadores saben que en la cumbre se gesta el abismo.
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