I: Buenos días
Tengo muy presente la penúltima visita de la reina Isabel II a Canadá, en el otoño de 2002. En ese entonces yo tenía una novia en Vancouver que era actriz y que iba a representar a la soberana inglesa en una obra, así que la visita real acaparó nuestra atención. Fue entonces que me enteré de que la reina de Inglaterra es también la soberana de Canadá, y jefa de estado del país, con el título oficial de Elizabeth Segunda, por Gracia de Dios, Reina del Reino Unido, Canadá y Sus otros Reinos y Territorios, Jefa de la Commonwealth, Defensora de la Fe. Muy civilizado el país, muy avanzados y todo, pero tienen su reina de papel, que firma las leyes, inaugura cosas y da su aprobación a todo lo que se mueve. Ese año, mantener a la monarquía le costó a los contribuyentes canadienses CAN$34,127,653. Las palabras misteriosas de hoy son: de reyes, primera parte.
II: Por la gracia de Dios
Si a la reina de Canadá los ciudadanos de este país le pagan por sus viajes y gastos, y la reciben con honores de jefe de estado; su esposo, el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, le dice “hazte a un lado, que ahí te voy”: si a él le dan ganas de visitar la República de Vanatu, en el Pacífico Sur, al oeste de Australia, es recibido no como jefe de estado, sino como dios.
Es una historia absurda, pero real, que se remonta al último cuarto del siglo XIX, cuando en Fiji aparecieron las primeras “religiones de cargamento” (no se me ocurre cómo traducir cargo cult). Los cargo cults son religiones que se crearon a partir de la idea de que los europeos que llegaban en sus barcos a las islas del Pacífico Sur eran seres divinos, y que por ello tenían bajo su comando armas, ropas, naves y equipo que eran miles de años más avanzados que aquéllos de los nativos de estas islas. Como en los primeros días de la conquista de lo que hoy es México, nada más que tres siglos y medio más tarde: los recién llegados son dioses. Como eran dioses, el cargamento que traían para intercambiarlo por las riquezas de la isla era considerado un regalo divino. De ahí el nombre de cargo cult: el culto religioso dedicado a los cargamentos.
Cuando durante la Segunda Guerra Mundial muchas de estas islas fueron ocupadas por los soldados norteamericanos, las tribus que las habitaban originalmente (y que nunca habían tenido contacto con los occidentales modernos) se encontraron con una nueva oleada de dioses, que esta vez traían comida enlatada, armas poderosas, pájaros de metal, aparatos con los que se comunicaban con otros dioses, en fin. Los nativos comenzaron a organizar ceremonias en las que imitaban las acciones de los dioses, pensando que podían así convocar más cargamentos. Si los dioses marchaban en fila y traían uniformes con las siglas USA, los locales organizaban sus propios desfiles con armas de paja y letreros de USA en el pecho, con la esperanza de que cayeran más cajas con pertrechos del cielo, aún y cuando los norteamericanos se marcharon una vez acabada la guerra. Así, se crearon cultos tan radicales y –para nosotros- absurdos como el de John Frum, y el del Príncipe Felipe.
El Movimiento del Príncipe Felipe, como es conocido, fue creado entre 1950 y 1960, y es el resultado de la interpretación de la mitología de la tribu Yaohnanen en la isla Tanna, de la República de Vanatu. De acuerdo a la mitología, el Príncipe es hijo de un espíritu de la montaña y es hermano de John Frum, una figura mitológica asociada a un soldado norteamericano estacionado en Vanatu durante la Segunda Guerra Mundial, quien supuestamente fue un gran benefactor de los naturales de Tanna. La visita real del Príncipe y la Reina a Vanatu, en 1974, reforzó esta creencia. Como resultado, Felipe envió un retrato suyo autografiado a sus fieles, quienes a cambio le enviaron a Inglaterra un mazo tradicional. El príncipe les envió a vuelta de correo una foto suya posando con el arma. El último intercambio entre el dios y sus fieles se dio en septiembre de este año, cuando cinco nativos visitaron al príncipe en Londres, donde intercambiaron presentes (y fue toda una historia para la prensa). Los nativos le preguntaron cuándo regresaría a Tanna. Felipe respondió que aún no es el tiempo correcto para ello.
III: El reino de Dios
Independientemente de la risa y el asombro que estas historias me causan, hay un aspecto particular por el que tengo mucho respeto: la interpretación de lo divino en distintas culturas, y la asociación de las fuerzas de lo invisible con símbolos o personajes del mundo de los vivos. Por un lado, me parece ridículo que para los nativos de la isla de Tanna el Príncipe Felipe sea un dios, y que él lo fomente. Por otro lado, me enternece esta identificación de los poderes divinos con un personaje terrenal. Me viene a la mente un rezo de María Sabina: “Yo soy quien habla con Dios y con Benito Juárez, soy sabia desde el mismo vientre de mi madre, que soy mujer de los vientos, del agua, de los caminos, porque soy conocida en el cielo… Soy hija de Dios y elegida para ser sabia”.
El jueves le seguimos con esto de los reyes. Estamos en la red: ernestocortes.blogspot.com. Los leo: ernesto@cuerdacueroycanto.com
Tengo muy presente la penúltima visita de la reina Isabel II a Canadá, en el otoño de 2002. En ese entonces yo tenía una novia en Vancouver que era actriz y que iba a representar a la soberana inglesa en una obra, así que la visita real acaparó nuestra atención. Fue entonces que me enteré de que la reina de Inglaterra es también la soberana de Canadá, y jefa de estado del país, con el título oficial de Elizabeth Segunda, por Gracia de Dios, Reina del Reino Unido, Canadá y Sus otros Reinos y Territorios, Jefa de la Commonwealth, Defensora de la Fe. Muy civilizado el país, muy avanzados y todo, pero tienen su reina de papel, que firma las leyes, inaugura cosas y da su aprobación a todo lo que se mueve. Ese año, mantener a la monarquía le costó a los contribuyentes canadienses CAN$34,127,653. Las palabras misteriosas de hoy son: de reyes, primera parte.
II: Por la gracia de Dios
Si a la reina de Canadá los ciudadanos de este país le pagan por sus viajes y gastos, y la reciben con honores de jefe de estado; su esposo, el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, le dice “hazte a un lado, que ahí te voy”: si a él le dan ganas de visitar la República de Vanatu, en el Pacífico Sur, al oeste de Australia, es recibido no como jefe de estado, sino como dios.
Es una historia absurda, pero real, que se remonta al último cuarto del siglo XIX, cuando en Fiji aparecieron las primeras “religiones de cargamento” (no se me ocurre cómo traducir cargo cult). Los cargo cults son religiones que se crearon a partir de la idea de que los europeos que llegaban en sus barcos a las islas del Pacífico Sur eran seres divinos, y que por ello tenían bajo su comando armas, ropas, naves y equipo que eran miles de años más avanzados que aquéllos de los nativos de estas islas. Como en los primeros días de la conquista de lo que hoy es México, nada más que tres siglos y medio más tarde: los recién llegados son dioses. Como eran dioses, el cargamento que traían para intercambiarlo por las riquezas de la isla era considerado un regalo divino. De ahí el nombre de cargo cult: el culto religioso dedicado a los cargamentos.
Cuando durante la Segunda Guerra Mundial muchas de estas islas fueron ocupadas por los soldados norteamericanos, las tribus que las habitaban originalmente (y que nunca habían tenido contacto con los occidentales modernos) se encontraron con una nueva oleada de dioses, que esta vez traían comida enlatada, armas poderosas, pájaros de metal, aparatos con los que se comunicaban con otros dioses, en fin. Los nativos comenzaron a organizar ceremonias en las que imitaban las acciones de los dioses, pensando que podían así convocar más cargamentos. Si los dioses marchaban en fila y traían uniformes con las siglas USA, los locales organizaban sus propios desfiles con armas de paja y letreros de USA en el pecho, con la esperanza de que cayeran más cajas con pertrechos del cielo, aún y cuando los norteamericanos se marcharon una vez acabada la guerra. Así, se crearon cultos tan radicales y –para nosotros- absurdos como el de John Frum, y el del Príncipe Felipe.
El Movimiento del Príncipe Felipe, como es conocido, fue creado entre 1950 y 1960, y es el resultado de la interpretación de la mitología de la tribu Yaohnanen en la isla Tanna, de la República de Vanatu. De acuerdo a la mitología, el Príncipe es hijo de un espíritu de la montaña y es hermano de John Frum, una figura mitológica asociada a un soldado norteamericano estacionado en Vanatu durante la Segunda Guerra Mundial, quien supuestamente fue un gran benefactor de los naturales de Tanna. La visita real del Príncipe y la Reina a Vanatu, en 1974, reforzó esta creencia. Como resultado, Felipe envió un retrato suyo autografiado a sus fieles, quienes a cambio le enviaron a Inglaterra un mazo tradicional. El príncipe les envió a vuelta de correo una foto suya posando con el arma. El último intercambio entre el dios y sus fieles se dio en septiembre de este año, cuando cinco nativos visitaron al príncipe en Londres, donde intercambiaron presentes (y fue toda una historia para la prensa). Los nativos le preguntaron cuándo regresaría a Tanna. Felipe respondió que aún no es el tiempo correcto para ello.
III: El reino de Dios
Independientemente de la risa y el asombro que estas historias me causan, hay un aspecto particular por el que tengo mucho respeto: la interpretación de lo divino en distintas culturas, y la asociación de las fuerzas de lo invisible con símbolos o personajes del mundo de los vivos. Por un lado, me parece ridículo que para los nativos de la isla de Tanna el Príncipe Felipe sea un dios, y que él lo fomente. Por otro lado, me enternece esta identificación de los poderes divinos con un personaje terrenal. Me viene a la mente un rezo de María Sabina: “Yo soy quien habla con Dios y con Benito Juárez, soy sabia desde el mismo vientre de mi madre, que soy mujer de los vientos, del agua, de los caminos, porque soy conocida en el cielo… Soy hija de Dios y elegida para ser sabia”.
El jueves le seguimos con esto de los reyes. Estamos en la red: ernestocortes.blogspot.com. Los leo: ernesto@cuerdacueroycanto.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario