Conciencia

sábado, 29 de marzo de 2008

Sábado 29/mar/08: Boicot a las Olimpiadas?


I: Buenos días
Entonces Jimmy Carter mandó un ultimátum advirtiendo que si las tropas de la Unión Soviética no se retiraban de territorio afgano para las 12:01 AM del 20 de febrero de ese año, 1980, los Estados Unidos no asistirían a las Olimpiadas a celebrarse en Moscú. Se daba por entendido que un grupo de aliados de los norteamericanos se unirían al boicot. Así sucedió. Al no retirar la URSS sus soldados, los gringos anunciaron el 21 de marzo que boicotearían los Juegos y que organizarían su propio evento con sus amigos en su patio: Japón, Alemania Occidental, China, Argentina, Israel, Canada y otros 55 países se abstuvieron de viajar a Moscú, y en su lugar, 29 de ellos se encontraron en la Universidad de Filadelfia para los “Juegos Olímpicos del Boicot”. Quién les iba a decir a los gringos que los fantasmas de ese Afganistán los perseguirían nuevamente muchos años después, cuando el amigo se les amalara. Las palabras misteriosas de hoy son: boicot, atletas.

II: Las reuniones en verano
La novelista norteamericana Jean Marie Auel escribe actualmente una saga que va en la quinta novela: Los Niños de la Tierra, en la que narra las aventuras de una mujer que vive en una Europa semicongelada durante el último período glacial, hace unos 20 mil años. Entre las costumbres que los Cro-magnon de la época –según la autora- tenían, estaba la de una reunión anual de los clanes pertenecientes a un mismo grupo cultural en lo que denominaban “Encuentro de Verano”. En estas reuniones se hacía política, se intercambiaba arte, herramientas y conocimientos, se hacían rituales de variada índole, y se celebraban competiciones deportivas (lanzamientos, principalmente). La autora sugiere, pues, que las idea de las reuniones masivas humanas en el verano (tal y como lo son las olimpiadas) son una de las manifestaciones más antiguas de las sociedades de Homo sapiens.

Desde su concepción moderna, que lleva apenas un siglo, los Juegos Olímpicos son un espacio libre de política, aunque conforme han avanzado los años se ha visto que ese espíritu se ha ido perdiendo, y que, al contrario, los Juegos son un escaparate para diversas manifestaciones. Del Black Power al Free Tibet, pasando por las rechiflas recientes a la delegación norteamericana y las deserciones por motivos ideológicos (y económicos), así como las controversias que son acarreadas desde fuera de las pistas y los terrenos de juego.

Como consecuencia del boicot yanqui a Moscú, las naciones socialistas del mundo respondieron cuatro años más tarde con su respectiva ausencia de Los Angeles y sus respectivos “Juegos de la Amistad”. La ausencia del bloque soviético de las Olimpiadas de Los Angeles ’84, curiosamente, fue benéfica para México: los atletas de la URSS eran los principales rivales de los marchistas mexicanos en ese entonces, y la ausencia de figuras como Vyacheslav Ivanenko permitió que Raúl González y Ernesto Canto se vistieran de gloria con mayor facilidad. Sin embargo, otros no estuvieron tan contentos. David Girart padre, de quien hablamos en esta columna hace unas semanas, se encontraba para 1984 en el punto más alto de su carrera, y esas olimpiadas eran su última oportunidad de obtener una medalla, dado que no lo había logrado en su participación en Moscú. En este caso, el beneficiado fue Carl Lewis, que se impuso por 30 centímetros a un australiano y un italiano. Sin cubanos, el atletismo tuvo grandes huecos en estos juegos, que fueron aprovechados por los afortunados cuyos países no se habían alineado por la izquierda.

III: Hoy en día
El asunto de un boicot a los Juegos Olímpicos es un asunto delicado que tiene argumentos de peso en ambas posturas, pero a fin de cuentas el jamón de ese sándwich vienen siendo los atletas que –casi todos- están alejados de las cuestiones políticas y han pasado una vida entrenando y preparándose para el momento de vestir el uniforme nacional en una Olimpiada. Durante esta última semana, varios países han comenzado a amagar con la idea del boicot a China por aquello del Tibet y los derechos humanos. Las razones no son malas, es cierto. No se puede hacer ojos ciegos a asuntos tan importantes. Lo discutible es si los Juegos Olímpicos son el arma que las autoridades (que no los atletas) tienen derecho de esgrimir. Se debe considerar ampliamente si un evento concebido como una convivencia deportiva pacífica debe servir como instrumento de presión para fines ajenos a su origen.

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