Conciencia

lunes, 12 de octubre de 2009

Sábado 10/oct/09: La NASA y la Luna


I: Buenos días
Cuando Neil Armstrong y Edwin Aldrin se retiraron de la Luna, después de una estancia de 21 horas y media, dejaron una placa en la que se leía, en inglés: “Aquí, hombres del planeta Tierra por primera vez pusieron pie en la Luna, en julio de 1969, dC. Vinimos en son de paz, en nombre de toda la humanidad”. Cuarenta años duró la tregua con la Luna: ayer en la madrugada de estos lares, sobre la Luna estaba cayendo el primer bombardeo terrícola: la NASA decidió impactar intencionalmente un cohete primero, y un satélite que le siguió cuatro minutos después, para realizar la primera exploración mineral selenita en bruto. Cómo se van a reír de nosotros en el futuro, cuando se refinen los métodos y revisen lo bárbaros que éramos ahora. Las palabras misteriosas de hoy son: en la luna.

II: “Pisando sueños / violando lunas / no tienen tiempo de responder
En el episodio 367 de la Columna Lítica (26/sep/09) comentamos la “novedad” soltada por la NASA respecto a la posibilidad de la existencia de agua tanto en la Luna como en Marte. Evidentemente, para la agencia espacial norteamericana esta era noticia vieja: para ese entonces, ya estaba en el espacio el Satélite de Detección y Observación de Cráteres Lunares (LCROSS, por sus siglas en inglés) haciendo órbitas elípticas de 37 días, agarrando vuelo para impactarse contra la luna a una velocidad de 10,000 kilómetros por hora. La intención: levantar una pluma de polvo y cascajo que sería analizada tanto por el satélite del segundo impacto como por telescopios varios, buscando obtener datos más precisos sobre la composición del suelo lunar, y en particular, buscando hielo.

Después de casi cuatro décadas de abandono, a los Estados Unidos les ha vuelto el interés por la Luna. Hasta ahora, todo está anunciado como iniciativas gubernamentales (a través de la NASA), pero es indudable que a quien más interesan los resultados de estas misiones es a la iniciativa privada, a las corporaciones verdaderamente grandes, las que van a sobrevivir para la eventual migración al espacio, o mejor aún, las que lo van a facilitar. Con la inminente comercialización de los viajes espaciales (related search: Virgin Galactic), se abre para la industria pesada un (literalmente) universo de posibilidades. La tecnología, cuarenta años después, va a facilitar (relativamente) la colonización espacial, y yo tengo fe en que, al menos lo que es a mi, todavía me toque viajar al espacio como turista antes de ser demasiado viejo para ser aceptado como tal.

La cosa es que esa comercialización y ese revivido interés no traen aparejadas las consideraciones éticas. Bombardear la Luna intencionalmente puede ser defendido como una necesidad científica, pero conlleva también algunos cuestionamientos sobre el derecho a hacer tal cosa; desde la ética de la ciencia hasta el fantasma del imperialismo espacial, el asunto tiene sus aristas toscas. Pero qué le vamos a hacer, estamos en la prehistoria de la exploración espacial, fue en este punto del espacio-tiempo que nos tocó vivir.

III: Compre su terreno, bara bara.

En 1980, un tal Dennis Hope inició el negocio de su vida: vender terrenos en la Luna. Habiéndole encontrado —según él— un agujero legal al Tratado del Espacio Exterior, de la ONU (que prohíbe a las naciones poseer cuerpos celestes, pero no se lo prohíbe explícitamente a los individuos). Fue a una oficina de registros y patentes, y se anotó como dueño de la Luna, pues a nadie se le había ocurrido antes registrarla como suya. Aunque ningún país ni organización internacional reconoce la validez de su “toma de posesión”, hoy en día Hope es millonario y asegura que diariamente vende 1500 terrenos lunares de un acre (4,046 m2), a 20 dólares la parcelita. Por si gustan.

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