I: Buenos días
En lo que el nuevo ayuntamiento capitalino se da cuenta de que todavía no hay director de Cultura (y de que se les olvidó anunciar un encargado de despacho), el Gobierno del Estado, la U de C y algunas otras iniciativas institucionales e independientes siguen alimentando la vida cultural colimense a un grado tal que en estos días la oferta es muy amplia y uno quisiera poder dividirse para estar al mismo tiempo en la obra de teatro, el concierto y la presentación del documental. Hay que elegir de entre tanta cosa, y aprovechar que nos podemos dar ese lujo aquí en Colima. Las palabras misteriosas de hoy son: olvidos, escenarios, fe de ratas.
II: Danza
“La creación es algo que se me da como una necesidad, no porque me encarguen una coreografía o me paguen por hacerla”, dice Jesús Avilés, y esa transparencia en la concepción de su trabajo artístico se hace evidente en el espectáculo que se presenta sobre el escenario. El martes, como parte del Festival Sísmico de Danza, pudimos disfrutar en el Teatro Universitario de la presentación de la compañía Colima Danza Escénica, dirigida por Jesús Avilés, quienes ofrecieron un programa disfrutado en lo íntimo, con el público sobre el escenario casi sintiendo el aire desplazado por cada paso de baile.
En Colima, como en el resto del país, ocurre (hablando en bruto) que la danza contemporánea carga el estigma de ser un espectáculo para una élite, y de que a veces se enrosca tanto en su propio lenguaje y en el imaginario muy personal de los coreógrafos, que luego resulta inaccesible para los mortales simples que vamos al teatro queriendo sentir algo, no solamente ser testigos impasibles de los demonios íntimos del que se mueve en la escena. La danza de Jesús Avilés rompe con este esquema, pues aunque tiene su carga de abstracción y lleva consigo la inevitable subjetividad del gesto corporal, en general es una danza muy accesible, transparente, comunicativa. Quizá es del tipo de danza que no convenza al snob que cree que un buen espectáculo es aquel del que uno sale sin haber entendido nada, pero es, en cambio, un regalo para los que vamos con mente simple y ojos abiertos a disfrutar y vivir las historias que el bailarín nos propone.
Aún desde estos ojos de lego de la danza es visible que falta trabajo para llegar a la perfección técnica en esta compañía, y aunque no hay olvidos ni errores durante la ejecución, sí se siente que todavía hay un umbral amplio para alcanzar ese punto en que las compañías dan el gran salto de ser un grupo local a uno de trascendencia nacional y más allá. Faltan los detalles, el pulimiento final, pero el planteamiento estético ya está ahí, y se ve un estilo, un sello en la manera de narrar con el cuerpo que ya les es propio y que permea todos los cuadros presentados a lo largo de la velada.
III: “En Inglaterra todos se llaman Jamblet, o William”
La vengo anunciando desde julio, y finalmente está aquí: hoy por la noche, en el teatro Hidalgo se presenta la obra Más pequeños que el Guggenheim, una comedia del veracruzano Alejandro Ricaño que se estrenó hace 3 meses en Querétaro, en el marco de la Muestra Nacional de Dramaturgia Joven, y que en aquella ocasión arrasó con el evento, cosa extremadamente difícil teniendo enfrente a un público compuesto de teatreros y críticos. Así de densos.
Para mi gusto, esta obra será de lo mejor que podremos ver de teatro en Colima en este año; con un texto muy inteligente y excelentes actuaciones, Más pequeños que el Guggenheim lleva al público a doblarse de la risa con situaciones hilarantes lo mismo que a reflexionar profundamente sobre la amistad, los valores estéticos y culturales, y en especial, sobre la batalla heroica de ser un artista en México. Cabe recordar que en el elenco de este montaje está Adrián Vázquez, quien llenó hasta el tope el Hidalgo durante el Festival de Teatro a una sola voz, con los monólogos Los días de Carlitos y No fue precisamente Bernardette, así que la cosa va de ahí hacia arriba. La función está anunciada a las 8:30 de la noche, y la entrada es libre, por si gustan.
IV: Herratas
En lo que el nuevo ayuntamiento capitalino se da cuenta de que todavía no hay director de Cultura (y de que se les olvidó anunciar un encargado de despacho), el Gobierno del Estado, la U de C y algunas otras iniciativas institucionales e independientes siguen alimentando la vida cultural colimense a un grado tal que en estos días la oferta es muy amplia y uno quisiera poder dividirse para estar al mismo tiempo en la obra de teatro, el concierto y la presentación del documental. Hay que elegir de entre tanta cosa, y aprovechar que nos podemos dar ese lujo aquí en Colima. Las palabras misteriosas de hoy son: olvidos, escenarios, fe de ratas.
II: Danza
“La creación es algo que se me da como una necesidad, no porque me encarguen una coreografía o me paguen por hacerla”, dice Jesús Avilés, y esa transparencia en la concepción de su trabajo artístico se hace evidente en el espectáculo que se presenta sobre el escenario. El martes, como parte del Festival Sísmico de Danza, pudimos disfrutar en el Teatro Universitario de la presentación de la compañía Colima Danza Escénica, dirigida por Jesús Avilés, quienes ofrecieron un programa disfrutado en lo íntimo, con el público sobre el escenario casi sintiendo el aire desplazado por cada paso de baile.
En Colima, como en el resto del país, ocurre (hablando en bruto) que la danza contemporánea carga el estigma de ser un espectáculo para una élite, y de que a veces se enrosca tanto en su propio lenguaje y en el imaginario muy personal de los coreógrafos, que luego resulta inaccesible para los mortales simples que vamos al teatro queriendo sentir algo, no solamente ser testigos impasibles de los demonios íntimos del que se mueve en la escena. La danza de Jesús Avilés rompe con este esquema, pues aunque tiene su carga de abstracción y lleva consigo la inevitable subjetividad del gesto corporal, en general es una danza muy accesible, transparente, comunicativa. Quizá es del tipo de danza que no convenza al snob que cree que un buen espectáculo es aquel del que uno sale sin haber entendido nada, pero es, en cambio, un regalo para los que vamos con mente simple y ojos abiertos a disfrutar y vivir las historias que el bailarín nos propone.
Aún desde estos ojos de lego de la danza es visible que falta trabajo para llegar a la perfección técnica en esta compañía, y aunque no hay olvidos ni errores durante la ejecución, sí se siente que todavía hay un umbral amplio para alcanzar ese punto en que las compañías dan el gran salto de ser un grupo local a uno de trascendencia nacional y más allá. Faltan los detalles, el pulimiento final, pero el planteamiento estético ya está ahí, y se ve un estilo, un sello en la manera de narrar con el cuerpo que ya les es propio y que permea todos los cuadros presentados a lo largo de la velada.
III: “En Inglaterra todos se llaman Jamblet, o William”
La vengo anunciando desde julio, y finalmente está aquí: hoy por la noche, en el teatro Hidalgo se presenta la obra Más pequeños que el Guggenheim, una comedia del veracruzano Alejandro Ricaño que se estrenó hace 3 meses en Querétaro, en el marco de la Muestra Nacional de Dramaturgia Joven, y que en aquella ocasión arrasó con el evento, cosa extremadamente difícil teniendo enfrente a un público compuesto de teatreros y críticos. Así de densos.
Para mi gusto, esta obra será de lo mejor que podremos ver de teatro en Colima en este año; con un texto muy inteligente y excelentes actuaciones, Más pequeños que el Guggenheim lleva al público a doblarse de la risa con situaciones hilarantes lo mismo que a reflexionar profundamente sobre la amistad, los valores estéticos y culturales, y en especial, sobre la batalla heroica de ser un artista en México. Cabe recordar que en el elenco de este montaje está Adrián Vázquez, quien llenó hasta el tope el Hidalgo durante el Festival de Teatro a una sola voz, con los monólogos Los días de Carlitos y No fue precisamente Bernardette, así que la cosa va de ahí hacia arriba. La función está anunciada a las 8:30 de la noche, y la entrada es libre, por si gustan.
IV: Herratas
Por razones totalmente ajenas a mi voluntad (léase un corrector con iniciativa), la anterior entrega de la Columna Lítica salió con puntuación extraña, palabras de más y modificaciones que no salieron de mis manos, sino que fueron añadidos y mutilaciones de los que no estuve enterado sino hasta que vi la columna impresa. Ofrezco una disculpa a los lectores, y los invito a consultar la versión original (y enriquecida con hipertexto) en el blog. Espero que no vuelva a ocurrir.
Estamos en la red: ErnestoCortes.blogspot.com. Los leo: Ernesto@CuerdaCueroyCanto
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