Conciencia

lunes, 1 de octubre de 2007

Sábado 29/sep/07:





I: Buenos días
“Hola, mi nombre es fulanita de tal, represento al 5º B y quiero decirles que la mujer a la que más admiro es Indara Guinda. ¡Gracias!”. Ese es el primer recuerdo que tengo de un concurso de belleza, era en mi pueblo, era un CBTIS, eran principios de los 80s. La pobre muchacha ni siquiera pudo aprenderse el nombre de Indira Gandhi, mucho menos sabía quién era, pero pues algo había que decir, ¿no? Las palabras misteriosas de hoy son: concursos de belleza, inteligencia, compromiso.

II: “… llevaron su alegría y su belleza al asilo de ancianos…”
M pareció excesivo ese comentario de que los concursos de belleza son prostitución elegante, pues aunque en algunos casos pueda ser cierto (pregúntenle a Donald Trump), se llevan entre las patas a muchachas que de buena fe y en toda su inocencia le entran al jueguito de estos concursos. Concuerdo más con la imagen que propone la gente del Centro de Apoyo a la Mujer (CAM), que comparó Nuestra Belleza con una exhibición de vacas, ya que en ambos casos se premia a la concursante mejor formada. Decir que también es importante la inteligencia y el compromiso social de las misses es una broma cruel, pues todos sabemos que la parte más divertida de los concursos es la de las preguntas, cuando sale a relucir la ignorancia, la vacuidad y la desinformación de las concursantes, que cuando mucho llegan a aprenderse de memoria las respuestas prefabricadas.

Que las señoritas se fueron a tomar la foto al asilo de ancianos, qué bien. Ahora déjenlas una semana a trabajar de voluntarias ahí, para que verdaderamente muestren un mínimo de compromiso social y den un ejemplo a la sociedad. Pónganlas a cocinar, pónganlas a bañar viejitos, a cambiarles pañales, a lavarles la ropa. A la vuelta del asilo de ancianos hay un orfanato, en el que 21 personas en tres turnos hacen milagros sin dinero con 100 niños a los que visten, calzan, alimentan y educan. Que vayan las bellas una semana a lavar sábanas orinadas, que escuchen historias de niños violados, que consuelen a la niña que nunca supo quiénes fueron sus padres, que traten de explicarle la suma de números fraccionarios (si es que la saben) al niño problema que lleva 8 años en primaria, que hagan malabares con los raquíticos recursos que la directora consiguió pidiendo aquí y rogando allá. Que no nomás abracen a un viejito porque ahí está la cámara de Televisa, que hagan algo útil y que demuestren su pregonada preocupación por todos los sectores de la población mexicana a la que orgullosamente quieren representar.

No es en vano que las feministas (y no solo ellas) se expresen negativamente sobre los concursos de belleza. Si nos vamos a la parte profunda del significado de un evento de estos, saltan inmediatamente conceptos como machismo, discriminación y, sobre todo, negocio.

III: Vendez la femme
Los concursos de belleza, ya lo comentamos antes en esta semana, nacieron de la transa. P.T. Barnum, el creador del concepto del Freak Show en el mundo moderno, los inventó hace 150 años en Estados Unidos, como un sideshow de su desfile de personas desfiguradas, con la idea de hacer más dinero. Al principio no tuvo éxito, pues a la gente se le hacía inmoral y de mal gusto que un grupo de mujeres se exhibieran sobre un escenario para que se señalara de entre ellas a la más agraciada. 30 años después, Adam Forepaugh, un empresario de circo con menos escrúpulos aún que Barnum, le metió recursos y publicidad a la idea, y acabó por convencer al público de que los concursos de belleza eran algo muy norteamericano y que se tenían que convertir en tradición.

En la actualidad el negocio está bien armado. Parte de éste consiste en hacer creer a la gente que estos concursos son importantes, y que hay una identidad y un orgullo que son defendidos por las que en ellos participan. Teniendo el público, se arma el numerito. No solo se hace dinero con el cobro de las entradas a ver el espectáculo, sino con todas las empresas que tienen las manos metidas en vestir, calzar, pintar y peinar a las señoritas; las empresas que las transportan, las que las alojan, las que las alcoholizan, las que las entretienen. Súmenle los comerciales, las menciones a cuadro, los patrocinadores oficiales, en fin. Lo más curioso de todo es que al dueño del negocio, además de lo que gana por su cuenta, los gobiernos locales le pagan por hacer dinero.

Hay una prueba muy sencilla, nada científica, aclaro, para probar qué tan efectivos son estos concursos como un medio para fomentar el turismo en la entidad que lo organiza: dígame usted el nombre de las ciudades que han albergado el concurso Nuestra Belleza en los últimos tres años. Nomás tres. Ahora dígame a cuántas de esas ciudades (si es que recuerda alguna) a usted le dio el deseo irreprimible de ir después de verlas anunciadas en Nuestra Belleza. Me mandan los resultados de la prueba a: ernesto@cuerdacueroycanto.com, si son tan amables. En el blog puse hace algunos días un video divertidísimo del concurso Miss Teen USA de este año, en el que la representante de South Carolina responde por qué una quinta parte de los norteamericanos no puede localizar su país en un mapamundi. La respuesta es una joya. ernestocortes.blogspot.com

2 comentarios:

Tewé Nesérame dijo...

Y mi amigha Erika que quería implementar la onda de las preguntas serias más allá de: ¿Cuál es el tipo de mujer que admiras?... ¡Nooooo! Serían cosas así como ¿Cuál es el nombre completo de Chema el Tejuinero? o ¿Desde hace cuántos años La Curra se sienta afuera de la Cruz Roja?

Tewé Nesérame dijo...

Ai disculpará oiga, pero le puse una liga bastante, bastante mamona en mi bló... jajaja la simpleza me ganó pues. ¡Saludos!