miércoles, 12 de setiembre de 2007
Jueves 13/sep/07: Dawson College
I: Buenos días
Hoy hace un año, estaba yo comiendo en un pequeño restaurante mexicano de la calle Saint Laurent, en Montréal, viendo por primera vez en mi vida un episodio del Chavo del Ocho. Cuando terminó el programa, la señora de la caja comenzó a pasar de canal en canal y se detuvo en CNN, donde un titular pregonaba “tiroteo en Montréal”. Tres minutos después, todos en el restaurante teníamos los ojos llenos de lágrimas y no podíamos creer las imágenes de la pantalla, que mostraban a estudiantes corriendo despavoridos, apenas a un par de kilómetros de donde estábamos. Hoy quiero compartir con ustedes parte de la crónica que escribí entonces sobre los hechos de ese día. Las palabras misteriosas de hoy son: tiroteo, escuela.
II: “La vida es un videojuego”, escribió Gill
Son las 12:35 del día. Hace frío y los nubarrones que cubren por completo el cielo de Montréal presagian lluvia. Kimveer Gill, de 25 anos, originario de Laval, Québec, sale de su auto, un Pontiac Sunfire, y abre la cajuela. Gill esta vestido enteramente de negro, usa botas altas y un corte de pelo à la mohawk que, añadidos a su 1.80 de estatura, le dan un aspecto impresionante. De la cajuela saca una carabina semiautomática 9 mm, una pistola 45 mm, y una bolsa conteniendo un fusil calibre 12 mm capaz de disparar 4 balas a cada tiro del gatillo. Cierra la cajuela y se enfila a la entrada de la escuela frente a la cual se acaba de estacionar. Le quedan 20 minutos de vida.
El Dawson College se encuentra entre las calles Maisonneuve y Sherbrooke, en el corazón de Montréal, en la zona de los rascacielos, los bufetes de abogados, las oficinas de transnacionales, el dinero. Es una escuela anglófona con una población de 10,000 alumnos, que recién volvieron a clases la semana pasada. Los estudiantes que se encuentran afuera del edificio, fumando, ven a Kimveer Gill caminar hacia ellos empuñando un arma de grosor tan descomunal y de aspecto tan irreal, que la primera impresión es que se trata de un actor que esta participando en el rodaje de una película. Las armas no son algo que se vean comúnmente en Canadá, menos en Québec, de manera que la idea de que una persona pueda entrar armada hasta los dientes a una escuela no suena plausible. Esto no es Columbine, no estamos en Estados Unidos. Gill se encarga de disipar esta impresión cuando comienza a disparar hacia los estudiantes de manera metódica, el rostro sin expresión, sin perder la calma, sin gritar, fríamente. La gente corre a refugiarse dentro de la escuela. El atacante los sigue.
Los policías tardan solo 3 minutos en llegar y entrar en acción. Hace 17 años había ocurrido algo similar, cuando un hombre armado mató 14 estudiantes del Politécnico. En aquella ocasión la policía solamente acordono el área y espero refuerzos, mientras el tirador controlaba el interior de la escuela. Esta vez no es así. Los primeros dos policías que llegan al lugar entran inmediatamente a la escuela y comienza la caza del cazador. Dentro de la escuela, Gill se dirige a la cafetería, donde dispara al azar sobre los estudiantes corren. Una chica en particular capta la atención del tirador, quien dispara nueve veces sobre ella. Es Anastasia de Sousa, tenía 18 años y acababa de entrar a la universidad. Alrededor, todo es confusión y carreras desesperadas, alumnos que corren a refugiarse en los salones y que hacen barricadas con todos los muebles que pueden, gente llamando al 911 desde sus celulares, gritos de « get out, get out ». Los policías llegan a la cafetería, donde Gill tiene a dos hombres tomados como rehenes. Todo ocurre a velocidad de bala: el atacante es herido en un brazo, y al darse cuenta de que va a ser copado por la policía, saca su pistola calibre .45 y se da un disparo en la cabeza. Los oficiales corren a tratar de reanimarlo, pero es en vano. Inmediatamente cargan el cuerpo en vilo y lo sacan de la escuela, ante el temor de que tenga una bomba. Desde su oficina en el 12o piso del edificio de enfrente, el presidente de la empresa Strategie Marketing toma la fotografía de un hombre vestido de negro con la cabeza destrozada en medio de un charco de sangre. Es el horror con el que despertara la ciudad el día de hoy. Comienza a llover sobre Montreal.
La noticia me alcanza camino al teatro, en un restaurante mexicano. Los detalles son todavía confusos, pero el dolor es inmediato. “Esto no puede estar pasando, no en Montréal”, me digo, y sé que es la misma sensación de toda la gente alrededor. Hace pocos días, escribiendo a unos amigos, había dicho que “Montreal es como New York, pero sin la contaminación, sin la discriminación y sin el miedo”. Hoy me entristece no poder decir lo mismo. Hoy sobre la ciudad se cierne el fantasma del temor, de la inseguridad, del dolor.
III: “También tenemos información amable”
Eso fue hace un año. Volviendo de golpe a Colima, me alegra tener también buenas noticias. Hoy en la tarde se entrega el Premio Estatal de la Juventud, en cuya área de Artes Escénicas los organizadores me distinguieron este año con la invitación a fungir como miembro del jurado, en virtud de que recibí este premio hace dos años. Aunque no puedo revelar el nombre de los ganadores, sé que es una ocasión especial porque uno de los premiados hace historia al recibir por segunda ocasión esta presea, en un rubro distinto al de la primera vez, lo cual se suma a las tres menciones honoríficas que ha coleccionado desde principios de esta década. Felicidades a él y a todos los ganadores.
La crónica completa, más este y otros textos, están en la red: ernestocortes.blogspot.com. El correo: ernesto@cuerdacueroycanto.com
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