I: Buenos días
Supongamos entonces que los aliens, en el año 2047, cuando llegue el concierto (ver Columna Lítica del martes), o en cualquier otro momento que intercepten uno de los Voyager, reciben la música. Vamos a asumir un par de cosas: una, que los extraterrestres en cuestión entienden las instrucciones (en inglés) y hallan la manera de a)tocar el disco y/o b)decodificar las ondas de radio del concierto de theremin. La otra cosa que asumimos es que estos seres tendrán aparato auditivo, o que al menos tienen un sistema nervioso central con terminales que les permitan procesar los bits si no como audio, sí como impulsos eléctricos a su, digamos, cerebro. Suponiendo, pues, que recibieron la música, que la pudieron tocar, y que la pueden escuchar, viene el problema principal: ¿Qué pensarán los aliens de la música terrícola? ¿Tendrán ellos siquiera el concepto de música? Si no es así, ¿qué sacarán en claro de las frecuencias hertzianas que, muy orondos, les enviamos? Las palabras misteriosas de hoy son: Calling all aliens, segunda parte.
II: Y como era de oropel (8)…
La música es un fenómeno humano muy peculiar. Hablando desde el punto de vista biológico, la música es totalmente innecesaria y prescindible, pues un ser humano podría, al menos teóricamente, vivir sin música y no le fallaría ningún órgano vital por ello. Sin embargo, la vida sin música es impensable, y su rol dentro de la cultura es tan fuerte, que cuando comenzamos a enviar mensajes al espacio exterior, la música fue una de las primeras cartas de presentación. En 1972 el astrónomo y divulgador científico Carl Sagan lideró el equipo para diseñar el primer mensaje humano para el espacio exterior: las placas metálicas de las sondas Pioneer 10 y Pioneer 11, primeros objetos humanos diseñados para viajar más allá del sistema solar. Un lustro después, el mismo Sagan dirigió el proyecto para dotar a las sondas Voyager con sendos discos de audio que dieran testimonio de los sonidos del planeta Tierra.
Los discos de las sondas Voyager I y II (hechos de cobre bañado en oro, con la esperanza de que duren al menos mil millones de años) contienen imágenes y sonido en formato digital. La parte visual va desde fórmulas químicas y matemáticas hasta imágenes de la vida cotidiana en el planeta. La sección de audio es igualmente variada, pues contiene, por una parte, saludos en 55 idiomas; por otra, sonidos ambientales como un gato, grillos, un tractor, la turbina de un avión, un tren, un beso, y el canto de una ballena, entre otros. Luego vienen 90 minutos de música (vaya chamba de los productores que seleccionaron el Planet Earth Ultimate Soundtrack), que va desde Johnny B. Goode a El cóndor pasa, sin faltar Beethoven y Bach. México estuvo representado en esta antología terrícola, nada menos que con El Cascabel, interpretado por Antonio Maciel y Las Aguilillas con El Mariachi México de Pepe Villa.
Finalmente, la sección auditiva de estos discos se completa con la grabación de las ondas cerebrales de Ann Druyan, colaboradora y esposa de Sagan (y hoy board member de la NORML, haciendo honor al placer secreto de don Carl), quien fue conectada durante una hora a una computadora que tradujo la actividad de su cerebro en ondas de sonido. Como ella misma cuenta, “…comencé pensando en la historia de la Tierra y la vida que mantiene. Usando lo mejor de mis habilidades, traté de pensar en la historia de las ideas y de la organización social humana. Pensé en el predicamento en que se encuentra nuestra civilización y en la violencia y la pobreza que hacen de este planeta un infierno para tantos de sus habitantes. Hacia el final me permití una afirmación personal de cómo es estar enamorada”.
III: We would zigzag our ways (8)…
Carl Sagan, como buen científico con los pies en la tierra, sabía que el envío de mensajes en las sondas Pioneer y Voyager era un asunto más simbólico que pragmático. Siendo el universo tan vasto, las posibilidades (matemáticamente hablando) de que las sondas sean interceptadas por una inteligencia extraterrestre son ínfimas, por decirlo optimistamente. Sin embargo, aún contando con que tal vez esos discos nunca sean escuchados, y con que todo esto parece un esfuerzo futil, Sagan, con el humanismo y la sensibilidad que caracterizó su vida y obra, dejó, en palabras muy sencillas, la razón última de esta brega: “el lanzamiento de esta botella hacia el océano cósmico dice algo muy esperanzador sobre la vida en este planeta”.
Estamos en la red: http://www.ernestocortes.com/. Los leo: Ernesto@CuerdaCueroyCanto.com.
Supongamos entonces que los aliens, en el año 2047, cuando llegue el concierto (ver Columna Lítica del martes), o en cualquier otro momento que intercepten uno de los Voyager, reciben la música. Vamos a asumir un par de cosas: una, que los extraterrestres en cuestión entienden las instrucciones (en inglés) y hallan la manera de a)tocar el disco y/o b)decodificar las ondas de radio del concierto de theremin. La otra cosa que asumimos es que estos seres tendrán aparato auditivo, o que al menos tienen un sistema nervioso central con terminales que les permitan procesar los bits si no como audio, sí como impulsos eléctricos a su, digamos, cerebro. Suponiendo, pues, que recibieron la música, que la pudieron tocar, y que la pueden escuchar, viene el problema principal: ¿Qué pensarán los aliens de la música terrícola? ¿Tendrán ellos siquiera el concepto de música? Si no es así, ¿qué sacarán en claro de las frecuencias hertzianas que, muy orondos, les enviamos? Las palabras misteriosas de hoy son: Calling all aliens, segunda parte.
II: Y como era de oropel (8)…
La música es un fenómeno humano muy peculiar. Hablando desde el punto de vista biológico, la música es totalmente innecesaria y prescindible, pues un ser humano podría, al menos teóricamente, vivir sin música y no le fallaría ningún órgano vital por ello. Sin embargo, la vida sin música es impensable, y su rol dentro de la cultura es tan fuerte, que cuando comenzamos a enviar mensajes al espacio exterior, la música fue una de las primeras cartas de presentación. En 1972 el astrónomo y divulgador científico Carl Sagan lideró el equipo para diseñar el primer mensaje humano para el espacio exterior: las placas metálicas de las sondas Pioneer 10 y Pioneer 11, primeros objetos humanos diseñados para viajar más allá del sistema solar. Un lustro después, el mismo Sagan dirigió el proyecto para dotar a las sondas Voyager con sendos discos de audio que dieran testimonio de los sonidos del planeta Tierra.
Los discos de las sondas Voyager I y II (hechos de cobre bañado en oro, con la esperanza de que duren al menos mil millones de años) contienen imágenes y sonido en formato digital. La parte visual va desde fórmulas químicas y matemáticas hasta imágenes de la vida cotidiana en el planeta. La sección de audio es igualmente variada, pues contiene, por una parte, saludos en 55 idiomas; por otra, sonidos ambientales como un gato, grillos, un tractor, la turbina de un avión, un tren, un beso, y el canto de una ballena, entre otros. Luego vienen 90 minutos de música (vaya chamba de los productores que seleccionaron el Planet Earth Ultimate Soundtrack), que va desde Johnny B. Goode a El cóndor pasa, sin faltar Beethoven y Bach. México estuvo representado en esta antología terrícola, nada menos que con El Cascabel, interpretado por Antonio Maciel y Las Aguilillas con El Mariachi México de Pepe Villa.
Finalmente, la sección auditiva de estos discos se completa con la grabación de las ondas cerebrales de Ann Druyan, colaboradora y esposa de Sagan (y hoy board member de la NORML, haciendo honor al placer secreto de don Carl), quien fue conectada durante una hora a una computadora que tradujo la actividad de su cerebro en ondas de sonido. Como ella misma cuenta, “…comencé pensando en la historia de la Tierra y la vida que mantiene. Usando lo mejor de mis habilidades, traté de pensar en la historia de las ideas y de la organización social humana. Pensé en el predicamento en que se encuentra nuestra civilización y en la violencia y la pobreza que hacen de este planeta un infierno para tantos de sus habitantes. Hacia el final me permití una afirmación personal de cómo es estar enamorada”.
III: We would zigzag our ways (8)…
Carl Sagan, como buen científico con los pies en la tierra, sabía que el envío de mensajes en las sondas Pioneer y Voyager era un asunto más simbólico que pragmático. Siendo el universo tan vasto, las posibilidades (matemáticamente hablando) de que las sondas sean interceptadas por una inteligencia extraterrestre son ínfimas, por decirlo optimistamente. Sin embargo, aún contando con que tal vez esos discos nunca sean escuchados, y con que todo esto parece un esfuerzo futil, Sagan, con el humanismo y la sensibilidad que caracterizó su vida y obra, dejó, en palabras muy sencillas, la razón última de esta brega: “el lanzamiento de esta botella hacia el océano cósmico dice algo muy esperanzador sobre la vida en este planeta”.
Estamos en la red: http://www.ernestocortes.com/. Los leo: Ernesto@CuerdaCueroyCanto.com.
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Bonus track para lectores en red
(Por si no le dieron clic allá arriba)
Armando el hipertexto de esta columna, di con este video de la Quinta Sinfonía de Beethoven, con dirección de Karajan. Excelente elección para el Voyager, pensé.
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(Por si no le dieron clic allá arriba)
Armando el hipertexto de esta columna, di con este video de la Quinta Sinfonía de Beethoven, con dirección de Karajan. Excelente elección para el Voyager, pensé.
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