I: Buenos días
Al final de cada función, se realiza una sesión de comentarios y preguntas entre el público y el dramaturgo y/o director, actores y actrices. Dice una señora: “Pues yo no sé mucho de teatro, y no tengo tanto conocimiento como ustedes. Los oigo y se hablan como en clave, entre ustedes se entienden nada más, pero yo le quiero decir al dramaturgo que a mi me gustó mucho la obra y que me hizo sentir muchas cosas, y aunque no lo pueda decir con las palabras elegantes que ustedes usan, sí lo quiero felicitar porque la obra me tocó y me conmovió”. Es la Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia, en Querétaro. Las palabras misteriosas de hoy son: teatro, encuentros, segunda parte.
II: “La química retórica botánica botánica retórica y sistema decimal”
Al final de cada función, se realiza una sesión de comentarios y preguntas entre el público y el dramaturgo y/o director, actores y actrices. Dice una señora: “Pues yo no sé mucho de teatro, y no tengo tanto conocimiento como ustedes. Los oigo y se hablan como en clave, entre ustedes se entienden nada más, pero yo le quiero decir al dramaturgo que a mi me gustó mucho la obra y que me hizo sentir muchas cosas, y aunque no lo pueda decir con las palabras elegantes que ustedes usan, sí lo quiero felicitar porque la obra me tocó y me conmovió”. Es la Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia, en Querétaro. Las palabras misteriosas de hoy son: teatro, encuentros, segunda parte.
II: “La química retórica botánica botánica retórica y sistema decimal”
Llegué sin conocer a nadie, y siendo el outsider de la que se adivina como una comunidad cerrada y que se conoce perfectamente entre sí: la élite del teatro joven nacional: actores, dramaturgos, críticos, directores y promotores que se han seguido los pasos unos a otros durante años, que se quieren, se celan, se critican, se alaban y se desmenuzan, según la ocasión. Dice el maestro español Guillermo Heras, coordinador de Iberescena, “somos una familia extraña, la de la gente de teatro: nos amamos y nos odiamos, nos despedazamos después de una función, y luego nos vamos a emborrachar juntos”. Una cantina a la vuelta del hotel, en efecto, se convierte en el centro de análisis nocturno de la jornada, luego de los talleres, las funciones, las sesiones de discusión y las presentaciones de libros. Ahí se argumenta por qué tal obra es más narraturgia que dramaturgia, de qué patas cojea la teatralidad de tal montaje, qué opinaría este o aquel filósofo del texto de fulanito. Ahí se atacan, se ofenden, se reconcilian, y terminan abrazados al calor de los tequilas.
Yo los escucho a todos, y opino más bien poco, al menos en público. Acá en el taller de crítica teatral vine a enterarme de que soy un ignorante y casi casi un irresponsable por no atiborrar a mis lectores con referencias indispensables a los grandes teóricos posmodernos o ya mínimo al análisis aristotélico aplicado a esta obra que acabamos de ver pero que si se fijan, señoras y señores, aunque a ustedes les haya gustado, no cumple con las condiciones exigidas por las necesidades ontológicas de nuestros tiempos, porque no se trata de que una obra nos agrade, sino de que ésta se constituya en punto pivotal para referirnos a la fascinante complejidad del mundo y la soledad irremisible del bípedo implume, imbricado en parámetros semióticos cada vez más paradigmáticos, cuya resolución rapsódica se vislumbra cada vez más distante. Resulta que debería escribir con palabras grandiosas y siempre, siempre, apoyándome en lo que alguien más sabio que yo ya dijo. Además, hay que partir de la certeza que una obra está mal, y de que el dramaturgo no logró transmitir lo que quería. Ya si en el transcurso la obra va ganando puntos, bien por ella, pero aquí la única verdad absoluta es que nadie sabe lo que está haciendo. Excepto yo, el crítico, claro está.
III: “Quién dijo que todo está perdido”
No todo es palabrería y discursos eruditos, por fortuna. También es un maratón de funciones de teatro y lecturas dramatizadas que a fin de cuentas nos enriquecen a los asistentes, y es el punto de reunión para muchos exaltados que, por su cuenta y a veces de manera aislada, está haciendo un gran trabajo por el teatro y la cultura de su comunidad. Ésa es la parte que más me gusta del encuentro, la de convivencia con gente que tiene intereses comunes y una pasión compartida. Regreso a Colima con un montón de contactos con gente de teatro, con un par de invitaciones a escribir en revistas, y con la propuesta para ser jurado de un festival de teatro en Xalapa, dentro de un par de meses. Nada mal, diría yo.
Estamos en la red: ernestocortes.blogspot.com. Los leo: ernesto@cuerdacueroycanto.com.
Yo los escucho a todos, y opino más bien poco, al menos en público. Acá en el taller de crítica teatral vine a enterarme de que soy un ignorante y casi casi un irresponsable por no atiborrar a mis lectores con referencias indispensables a los grandes teóricos posmodernos o ya mínimo al análisis aristotélico aplicado a esta obra que acabamos de ver pero que si se fijan, señoras y señores, aunque a ustedes les haya gustado, no cumple con las condiciones exigidas por las necesidades ontológicas de nuestros tiempos, porque no se trata de que una obra nos agrade, sino de que ésta se constituya en punto pivotal para referirnos a la fascinante complejidad del mundo y la soledad irremisible del bípedo implume, imbricado en parámetros semióticos cada vez más paradigmáticos, cuya resolución rapsódica se vislumbra cada vez más distante. Resulta que debería escribir con palabras grandiosas y siempre, siempre, apoyándome en lo que alguien más sabio que yo ya dijo. Además, hay que partir de la certeza que una obra está mal, y de que el dramaturgo no logró transmitir lo que quería. Ya si en el transcurso la obra va ganando puntos, bien por ella, pero aquí la única verdad absoluta es que nadie sabe lo que está haciendo. Excepto yo, el crítico, claro está.
III: “Quién dijo que todo está perdido”
No todo es palabrería y discursos eruditos, por fortuna. También es un maratón de funciones de teatro y lecturas dramatizadas que a fin de cuentas nos enriquecen a los asistentes, y es el punto de reunión para muchos exaltados que, por su cuenta y a veces de manera aislada, está haciendo un gran trabajo por el teatro y la cultura de su comunidad. Ésa es la parte que más me gusta del encuentro, la de convivencia con gente que tiene intereses comunes y una pasión compartida. Regreso a Colima con un montón de contactos con gente de teatro, con un par de invitaciones a escribir en revistas, y con la propuesta para ser jurado de un festival de teatro en Xalapa, dentro de un par de meses. Nada mal, diría yo.
Estamos en la red: ernestocortes.blogspot.com. Los leo: ernesto@cuerdacueroycanto.com.
3 comentarios:
Holas Maestro Ernesto, aca reportandome, y extendiendo la invitacion a teatro en la alacena 2009 como jurado de dicho concurso. urgente respuesta
Nada mal, espero qeu haya valido el viaje y me dará mucho gusto poder departir más acá en Xalapa. Aunque no creo que sea tan gris el panorama de la crítica, más bien creo que te hartaste del curso, que a decir verdad no fue lo que esperabamos (demasida gente). Y te reitero, ahora publicamente, que me gusta mucho como escribes y por lo mismo creo que tus opiniones hubieran sido muy valiosas, espero que la próxima vez te animes, para desempolvar la cosa.
Alejandra Serrano
Tienes razón, el panorama no es así de gris y aquí lo caricaturizo; más bien fue que el "curso" se convirtió en una competencia de citas, genialidad y egos. Igual, de todo se aprende. Merci again.
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