Conciencia

viernes, 12 de junio de 2009

Jueves 11/jun/09: El padre Óscar Llamas



I: Buenos días
Recuerdo muy bien la escena: mi mamá y yo estábamos en la sala de la casa de la familia Llamas, en Tuxpan, Jalisco; yo tenía cuatro años, e íbamos en plan de visita social. Cuando apareció Óscar Llamas bajando las escaleras, mi mamá le dijo “Buenos días, padre Óscar”, a lo que él respondió con una enorme sonrisa, pues era la primera vez en su vida que alguien lo saludaba así: había tomado los votos sacerdotales apenas el día anterior. Las palabras misteriosas de hoy son: bodas de plata.

II: Casi verano del 84
Los muy futboleros y memoriosos se acordarán de ese día porque Zelada le paró un penal a Eduardo Cisneros, y definió la suerte de la final Chivas – América, donde los azulcremas, con un hombre menos, se llevaron el partido por 3-1. Yo sé esto porque lo vi recién en Youtube, pero el partido no lo miré, ese día, a esa hora, estaba yo en misa.

Medio pueblo estaba paralizado frente a sus televisores. El otro medio pueblo estaba en el templo del Señor del Perdón, porque se registraba un evento del que no a diario se podía ser testigo: la ordenación de un sacerdote, en Tuxpan; además, de un muchacho conocido y apreciado en la comunidad. La ocasión convocó también a muchos venidos de fuera, visitantes que fueron repartidos en las casas de los amigos y parientes — con mis abuelos paternos se quedaron dos monjas. El ambiente de solemnidad de la ceremonia daría paso a la celebración en grande: que en el llamado Pueblo de la Fiesta Eterna —con sus 380 santos al año— hubiera un nuevo padre no era poca cosa.

A mi me impresionó la misa, el ritual de la ordenación. En ese tiempo no habría podido explicarlo, pero ahora sé que me intrigaba el cómo un amigo de la casa, una presencia constante en mis pocos años de vida, pasaría a ser ahora un hombre de Dios, un representante Suyo en la tierra. Era un misterio mayor lo que estaba presenciando, y lo viví con una mezcla de curiosidad, arrobamiento y respeto.

III: Tiempo

Años después, visitamos al padre Óscar en Colima, y asistimos a una representación del grupo de teatro pastoral de su parroquia. Aunque yo seguía siendo un niño, recuerdo que para entonces ya el padre se veía más canchero, con más presencia, más firme en sus zapatos eclesiásticos. Y continuó la relación, un tanto más esporádica, pero siempre cordial y cariñosa.

Fue Óscar Llamas uno de los primeros en visitarnos el día que mi mamá murió, y fue él quien ofició la misa correspondiente. Después vendría un período de varios años de distanciamiento, hasta que nos volvimos a encontrar en Colima, y se reanudaría la amistad. Luego, él se fue a Tuxcacuesco, si no mal recuerdo, y finalmente volvió a Colima, para hacerse cargo de la parroquia de San Felipe de Jesús, el céntrico “Beaterio”. Durante todo este tiempo, se fue convirtiendo en una presencia constante en los medios, y una figura apreciada en la sociedad colimense.

IV: Aniversario
Con los años, dejé de ir a misa (y comencé a celebrar Hannukah y Rosh Hashaná además de Navidad), pero el aprecio por el padre Óscar Llamas continuó, más allá de las cuestiones religiosas. Aunque no nos frecuentamos socialmente, cuando la casualidad nos hace coincidir hay un gusto recíproco por encontrarnos, y siempre se desgranan pláticas agradables, sea en alguna calle del centro o en su oficina. Ahora que se celebraron sus bodas de plata con la iglesia, sentí a la vez un sobresalto (“cómo han pasado los años”) y un gusto sincero, pues un cuarto de siglo fiel a su vocación es algo más que notable, y digno de ser celebrado con creces.

Felicidades, pues, al padre Óscar Llamas por sus 25 años de sacerdocio, que vengan muchos más.

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