Conciencia

lunes, 23 de noviembre de 2009

Martes 17/nov/09: Me quiero enamorar (?)


I: Buenos días
La cosa se empezó a joder cuando los holandeses inventaron el Big Brother y tendieron el campo para la oleada de realities que transformaría la televisión mundial. El reality show como evento televisivo se ha convertido en el pan nuestro de cada día e incluso en una aparente obligación para cualquier cadena que se respete. Hay realities de todos los sabores y colores: del glamoroso Project Runway al vulgar Flavor of Love (que en México refritearon como En busca de la pareja de…). Los hay constructivos, resaltando valores como el trabajo en equipo y el ingenio (El conquistador del fin del mundo, o The Amazing Race), y los hay destructivos, enfocados a mostrar familias disfuncionales y a convertir la vida hogareña en un espectáculo denigrante, como The Osbournes o el extremo de los family reality: Jon and Kate plus 8. Acá en México, desafortunadamente, todo nos llega ya de tercera mano y las tropicalizaciones no siempre resultan afortunadas. Ahí tenemos lo que pasó este domingo en Televisa. Las palabras misteriosas de hoy son: telebasura, amor, paz.

II: “Amado, ven, asómate al principio del mundo”
Hubo un momento en que tanto Jordi Rosado como Andrea Legarreta estaban desencajados y fuera de sus cabales, habiendo perdido completamente las riendas del programa y haciendo agua por todos los frentes. El programa se llama Me quiero enamorar, pero resultó que en la emisión del domingo el último tema que se tocó fue el amor, y en cambio las agresiones y las bajezas campearon a todo lo largo del show, siendo éstas promovidas por la producción a través de ataques y provocaciones a un concursante en especial que, por lo que se vio, sacó a relucir su lado macho y violento, (aunque al final terminó siendo premiado).

No es lo mismo un reality como The surreal life a uno como Me quiero enamorar. En este último los productores y conductores se meten en los muy delicados terrenos de los sentimientos humanos profundos, y si no tienen la preparación para conducir un proceso de esa importancia (como resulta ser el caso de los televisos), el programa se les puede salir de control hasta perderse completamente el objetivo original. Este domingo la emisión del reality dominical exhibió las carencias que como empresa tiene Televisa para aventarse un paquetito de éstos y la falta de ética con que se manejan estas producciones. La violencia psicológica inducida por los conductores se salió de control a tal punto, que Susana Zabaleta (que parecería ser la de más dedos de frente, aunque en realidad es parte de la misma maquinaria) de plano dijo “Por favor, alto, nos están viendo niños, hablemos de otras cosas, por favor, hablemos de amor, cambiemos de actitud”. Fue como si le hablara al aire, pues a pesar de su propuesta de ir a comerciales y regresar con aires renovados, la producción continuó exhibidiendo videos y presentando testimonios tendientes a generar más enojo, más violencia y más encono. Cuando finalmente terminaron las tres horas de emisión el ambiente era lóbrego y los conductores se veían verdaderamente alterados.

En meses recientes se ha visto una tendencia muy marcada de Televisa por producir programas de televisión en los que el amor se anuncia como tema central, pero que en realidad ofrecen una versión muy retorcida e irreal de lo que son las relaciones amorosas, partiendo de la premisa de que “hay que luchar” por el amor, y que enamorarse es un concurso. Desde las varias versiones de Doce Corazones al ya citado (y deleznable) En busca de la pareja de, a su producto estrella, Me quiero enamorar, la televisora más poderosa de México propone un paradigma engañoso de lo que es el amor, y como queriendo y no, está convirtiéndose en una influencia importante para una generación de adolescentes que están aprendiendo que el amor y la violencia van de la mano, y que la competencia desleal, la traición, el engaño, la mentira y las revelaciones escandalosas son parte natural del proceso de cortejo.

Si como sociedad no estamos organizados para impedir que este modelo negativo y esos antivalores se sigan promoviendo por la televisión, tenemos al menos una opción: no prender la tele los domingos por la tarde-noche. En verdad, es una opción muy sana evitar la televisión en ese horario, y dedicar el tiempo a salir con la familia, a platicar, a compartir el cierre del fin de semana. A nivel formal, insisto, no tenemos para dónde hacernos: en nuestro país a la tele nadie la controla, y la autorregulación es inexistente; a nivel personal sí podemos hacer algo: no seguirles el juego.

Resultan reveladores varios versos de Griselda Álvarez en su hermosa Letanía Erótica para la Paz, y son perfectamente aplicables a la ocasión: “Alguien pregona la destrucción, alguien quiere tragarse la palabra humanidad, porque los cerebros fríos se están calentando con odio”. Pero sobre todo, vale quedarse con una reflexión importante de esta Letanía: “No podemos sentarnos y ver cómo crece la angustia donde antes crecía la hierba”.

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