Conciencia

domingo, 22 de marzo de 2009

Jueves 19/mar/09: Los locos y las cárceles / Parientes incómodos


I: BUENOS DÍAS
Hace dos años, en esta columna relaté una visita que hicimos mi hermano y yo al Cereso, invitados por la Secretaría de Cultura, para ofrecer un concierto a los internos y regalar libros, como parte de las actividades del Mes de la Lectura (que ya se acerca, por cierto). El evento iba muy bien, todo bonito, dentro de lo que cabe, con la participación de la compañía residente de baile folclórico, y algunos miembros del taller literario (que dirigía el poeta Carlos Ramírez Vuelvas). La cosa fue que a la hora de la música fuimos interrumpidos a media canción por unos gritos de tiple agónico que salían de un edificio a nuestras espaldas: el pabellón psiquiátrico, nos explicó luego un interno. El concierto siguió, compitiendo por momentos con los chillidos destemplados que sonaron hasta que un par de guardias fueron a poner orden, no quise preguntar cómo. Los funcionarios del presidium fingían que no escuchaban nada. Las palabras misteriosas de hoy son: de cárceles.
II: AMONTONAMIENTO EN EL ÁREA
En su obra Vigilar y castigar, el filósofo francés Michel Foucault analiza cómo pasamos, de hacer del castigo un espectáculo público (guillotina, hoguera, picota), al pudor contemporáneo de enciérrenlos donde nadie los vea. En México, las cárceles están desde hace años que revientan, y particularmente en los tiempos recientes, con la guerra, el gobierno se vanagloria de cuántos malos sigue poniendo tras las rejas. Para comodidad de los ciudadanos, no se dice cuáles son las condiciones del encierro, ni se airea mucho lo que pasa dentro de los muros, hasta que ocurre el estallido.
Pocos colimenses habían pensado en las condiciones, carencias y omisiones en el Cereso local hasta que pasó la desgracia: un recluso desequilibrado mentalmente da muerte a una niña en el día de visitas. Y claro, las renuncias, las explicaciones, las justificaciones, lo que sigue. Esta muerte es, a fin de cuentas, un reflejo de la crisis del sistema judicial mexicano, una prueba de la incoherencia de la estrategia que se está siguiendo en la guerra contra el crimen organizado. No se busca la rehabilitación, sino la solución fácil del encierro masivo, con la consecuencia de la hacinación, y ahí están los resultados.
III: TORITO
En la ocasión del concierto relaté en esta columna que me llevé la sorpresa de encontrarme en el reclusorio con un excompañero de la preparatoria, pariente no lejano de un legislador local, e hijo de un ya fallecido senador y funcionario del PRI nacional. En ese entonces no me pasó por la mente, porque el Diario no había iniciado su campaña de linchamiento contra Mario Anguiano por las culpas de su hermano, pero ahora se me ocurre que si ese legislador se hubiera lanzado por alguna candidatura, el fantasma del pariente incómodo lo hubiera perseguido, y en serio.
Según me contó después un primo del preso (que fue mi alumno, el primo, no el preso), el muchacho está encerrado por robo, delito al que recurrió para pagarse los químicos a los que era adicto, y tenía ya una larga historia de internados (y escapes) de centros de rehabilitación. Quizá por estas y otras razones, el legislador prefirió la sombrita y no arriesgar su tranquilidad familiar. Aunque nada debe, porque no es responsable de lo que hagan sus parientes (como no lo es el presidente Anguiano, ni la diputada Cárdenas, ni el otro, ya saben), ya vimos que en estos días no es la lógica y la verdad las que rigen el estruendoso espacio comunicativo, sino otros oscuros intereses, y un pariente preso relacionado con los enervantes es una mancha peligrosa en la cuenta de los haberes. Aquí (y así) nos tocó vivir.
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1 comentario:

Michelle dijo...

hasta vergüenza me da... doblemente por haber creído.