viernes, 20 de marzo de 2009
Jueves 12/mar/09: El prefijo "·narco"
I: BUENOS DÍAS
En cada etapa de la historia humana, los grupos en el poder han recurrido a estratagemas de satanización para combatir con malas artes aquellas cosas contra las que no pueden, o las que por causarles un peligro a su estabilidad personal y a la conservación de su poder, representan una amenaza. Dice el psicólogo francés Alain Berthoz que el cerebro humano opera con mecanismos muy fuertes de territorialidad y de rechazo hacia los que son diferentes y no pueden ser comprendidos por el individuo debido a esa diferencia que los hace parecer amenazantes (al menos a los ojos de los que se guían todavía por el cerebro reptil, o peor aún, anfibio – eso ya es de mi cosecha, no lo dijo Berthoz). El caso es que para los individuos poco evolucionados, la satanización y el grito, el escándalo y la acusación fácil, son la respuesta refleja a las cosas que amenazan su parcelita de seguridad. O su parcelota. Las palabras misteriosas de hoy son: historia, brujas, neandertales.
III: CÍSCALE CÍSCALE
En su obra Los demonios de Loudun, Aldoux Huxley documentó el caso de un exorcismo que duró años (en la Francia del siglo XVII) porque las poseídas se resistían a dejar partir a los demonios, y los sacerdotes exorcistas estaban empeñados de manera enfermiza en no dejarlos desaparecer (si no luego contra quién peleamos, compadre). El hombre santo que oficiaba de exorcista era el más interesado en que el Maligno estuviera presente, un fenómeno que luego fue citado por Umberto Eco en El nombre de la rosa: el sacerdote invoca la presencia de Satanás con tanto ahínco, que a fin de cuentas el señor de las tinieblas efectivamente se hace presente, pero en las almas de los que lo quieren hacer desaparecer.
En la Edad Media se dio la persecución contra los herejes, a cargo de la iglesia Católica – y muchas veces lo que se perseguía era el dinero, no la ofensa a Dios. En Norteamérica (y no solo ahí) se vivió en serio la cacería de brujas, contra las mujeres que, a los ojos de las autoridades, representaban ovejas salidas del redil – porque adoraban a la naturaleza, porque sabían las propiedades de las plantas, porque pensaban, simplemente. En el siglo pasado, hubo una época en que los gringos se empeñaron en una lucha contra todo lo que oliera a comunismo, y el epíteto mismo de “comunista” se convirtió en un mote peligroso, porque uno podía ir a dar a la cárcel nomás por ser sospechoso de. Más para acá, en las mismas tierras, la satanización se dio contra el terrorismo. Bajo ese pretexto, el orden mundial fue pervertido, y todas las leyes se violaron en nombre de una lucha contra algo que estaba siendo alimentado desde adentro.
III: MIENTRAS TANTO, EN LA CIUDAD DE LAS PALMERAS…
Los historiadores nos verán con ternura dentro de cien años (o menos), y se conmoverán con lo que nosotros concebíamos por política. Los individuos poco evolucionados que ven amenazadas sus parcelotas de poder recurren hoy en día a los mismos argumentos de hace 5, 8 siglos, se agarran de la estrategia del grito y el escándalo y de la promoción del miedo. “Ahí viene el lobo” en versión contemporánea y echando mano del coco contemporáneo: el narcotráfico.
Por supuesto que el narcotráfico es un flagelo que amenaza el buen desarrollo de la civilización, eso es innegable. El problema es cuando la palabra misma “narcotráfico” se usa como comodín para desvirtuar todo aquello que afecte los intereses de quienes tienen el poder – o quienes se aferran a sus últimos reductos de poder. Tomando distancia, es ridícula la postura de aquellos que ahora se han empeñado en anteponerle el prefijo “narco” a todo lo que les da miedo o que está contra sus intereses personales. Así, en realidad están ayudando al narco, de la misma manera que los exorcistas estaban alimentando las fuerzas del mal al buscar un demonio donde había epilepsia, por decir algo. Los que chillan como verdaderas brujas en aquelarre y apuntan con el dedo retorcido están cavando su propia tumba en la historia, y no le están haciendo ningún favor a la sociedad. Pero qué quieren, la evolución no ha sido pareja con todos.
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