Conciencia

viernes, 13 de junio de 2008

Eric Moussambani

Comentado por Roy y HG, australianos.




El "Behind the scenes": Eric Moussambani before starting:



I: Buenos días
En ese momento era la alberca más rápida y moderna del mundo, inaugurada pocos días antes, con dos carriles extras y dispositivos para evitar el oleaje, que permitirían a los nadadores desplazarse más velozmente. En los bloques de salida, en contraparte, se encontraban los tres nadadores olímpicos más lentos del mundo: uno de Níger, otro de Tayikistán y uno más de Guinea Ecuatorial, dispuestos a recorrer de ida y vuelta su carril para completar los 100 metros. Los tres eran invitados especiales del Comité Olímpico Internacional, que había ideado un programa de invitación directa a países que no tenían los recursos necesarios para hacer calificar atletas a ciertas disciplinas, como la de natación. Apenas acomodados en los bloques, sin esperar mayor indicación, los nadadores de Tayikistán y Níger se lanzaron intempestivamente al agua, lo que les ganó la descalificación inmediata, por salida en falso. Así, Eric Moussambani, de 22 años, natural de Guinea Ecuatorial, que había aprendido a nadar ocho meses antes en una de las dos albercas de su país (ubicada en un hotel), que nunca había visto una alberca olímpica, que nunca había nadado más de 20 metros seguidos, que estaba usando unos googles por primera vez en su vida, tragó saliva y se plantó solo, con los cordones de su traje de baño por fuera, a esperar la señal de salida. Las palabras misteriosas de hoy son: historias olímpicas, capítulo uno.

II: Eric the Eel
Si bien en las olimpiadas del año 2000, en Sydney, nadadores como Ian Thorpe, Alexander Popov y Pieter van den Hoogenband fueron el centro de atención por los espectaculares récords que marcaron en competencia, ninguno recibió tanta consideración ni se llevó tantos aplausos y alabanzas como Éric Moussambani, quien a la fecha ostenta el récord por haber recorrido los 100 metros nadando más lento que nadie en la historia de las olimpiadas.

Moussambani se lanzó a la alberca solo, y lo que al principio fueron aplausos corteses del público que esperaba los platos fuertes del día, se convirtió en una ensordecedora ovación de pie conforme se fue haciendo evidente que para el africano terminar ya no era solamente cuestión de honor deportivo, sino de sobrevivencia misma: una vez recorridos los primeros 50 metros, al nadador se le fueron las energías, y hacia la mitad del trayecto de regreso comenzó a patalear y manotear desesperadamente ya no en plan competitivo, sino dando, literalmente, patadas de ahogado, y sin avanzar mucho. Con un público totalmente entregado dándole ánimos, Eric Moussambani logró tocar la orilla en 1:52.72, un poco más del doble de lo que tardaría Ian Thorpe esa misma tarde; casi el mismo tiempo que se hace en los 200 metros libres. En suma, el peor tiempo de la historia.

Esa actuación le ganó, en Inglaterra, el apodo de “Eric la Anguila” (the Eel) en referencia al peor esquiador de la historia olímpica, “Eddie el Águila” (the Eagle), un inglés que de esquiador pasó a cantante en idiomas que no hablaba. Pero esa, la de Eddie, es otra historia.

III: Sus 15 minutos
Con su inexperiencia, pero con su entrega, Moussambani fue visto como el verdadero representante del espíritu olímpico, en contraste con los atletas patrocinados por las grandes marcas, venidos de los países de primer mundo. Claro, poco tardaría una grande marca en patrocinarlo, mientras duraba la fama.

Una vez que salió de la alberca en el Aquatic Center de Sydney, a Eric Moussambani le tomó más de una hora llegar a los vestidores: todo el mundo lo quería entrevistar, aunque hablara español. Luego vinieron las ofertas: Speedo le ofreció un patrocinio y se lo llevó de gira por Europa, firmando autógrafos. La Universidad de Wisconsin lo invitó a entrenar y estudiar en sus instalaciones, fue huésped de decenas de cadenas televisivas de todo el mundo, su cara apareció en infinidad de periódicos y revistas.

La cuestión fue que cuando quiso ponerse a entrenar de nuevo, se encontró con que la fama y la fortuna se fueron tan bruscamente como habían llegado. Un error gubernamental (en Guinea Ecuatorial) le impidió obtener la visa para viajar a Estados Unidos y aceptar la beca de Wisconsin. Se fue a España a trabajar y entrenar, aunque esta vez ni Speedo ni ninguna otra marca lo quisieron apoyar. Como pudo, Moussambani pasó cuatro años preparándose, y cuando vino el tiempo de ir a Atenas (habiéndole ya reducido un minuto al crono), se dirigió a su país para reunirse con el resto de la delegación deportiva. En Guinea Ecuatorial, en vez de su acreditación, se encontró con la noticia de que los funcionarios olímpicos de su país habían perdido la fotografía para su registro, y que no había sido inscrito en los Juegos Olímpicos de 2004. Desilusionado, Eric declaró que se retiraba de la natación y que buscaría emigrar a Florida para estudiar computación. Poco se supo de él desde entonces.

En febrero de este año, el veterano periodista australiano Garry Linnell envió una carta abierta pidiendo a Moussambani que regrese a las albercas para asistir a Beijing. “En verdad te extrañamos, Eric. El deporte se ha vuelto tan condenadamente serio últimamente que vamos a necesitar tu toque más ligero. Así que, por favor, amigo. Piénsalo. Nos encantaría que te nos unieras”.

IV: Avisos
En la anterior entrega de esta columna comenté un partido memorable: el de Portugal – Inglaterra en la Euro 2004. Una corrección: en el tiempo regular, el marcador fue 1-1, no 2-2. Por curiosidad, me puse a revisar estadísticas y datos de aquel juego y me encontré con algo curioso: el entrenador de Inglaterra, ¿saben quién era? Sven Goran Eriksson. Su equipo perdió en penales.

Desde este sábado y hasta los Juegos Olímpicos, si otra cosa no sucede, estaremos compartiendo historias olímpicas cada fin de semana. Por supuesto, las crónicas vendrán acompañadas de videos: en el blog pueden revivir la hazaña de Moussambani: ernestocortes.blogspot.com. Los leo: ernestocortes@itesm.mx

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