Conciencia

martes, 13 de mayo de 2008

Martes 13/may/08: El hijo problema de Hofmann, segunda parte.



I: Buenos días
Albert Hofmann relata en su libro LSD: mi hijo problema que debido a su descubrimiento del ácido tuvo oportunidad de establecer relaciones con “contemporáneos interesantes e importantes”. De la amistad con el micólogo Gordon Wasson, surgió para Hofmann la oportunidad de venir a México, en 1962, en una expedición botánica, viaje en el que conoció a la chamana María Sabina. Mantuvo una profusa correspondencia con Ernst Jünger (a quien inició en el LSD), quien a su vez le tenía una estima especial desde que descubrió el soplo de espiritualidad que le otorgaba la sustancia. Aldous Huxley se inspiró en el trabajo de Hofmann para su novela Island, y la influencia del farmacólogo sobre el novelista lo acompañó, literalmente, hasta su lecho de muerte: incapaz ya de hablar, muriendo cáncer, Aldous Huxley pidió a su esposa Laura, por escrito, “LSD – intramuscular – 100mmg”, la noche del 21 de noviembre de 1963. Los cien microgramos le fueron administrados a las 11 de la noche, y un par de horas más tarde Laura Huxley administró una segunda dosis, bajo cuyos efectos el escritor inglés se dejó ir. Las palabras misteriosas de hoy son: LSD, segunda parte. La advertencia, la misma.

II: El apóstol (II)
El primer encuentro entre el padre y el apóstol del LSD se dio en Suiza durante la huida de Timothy Leary tras su evasión carcelaria en Estados Unidos. Según la narración de Hofmann, le reprochó al norteamericano el haber sacado al LSD del ambiente científico, y lamentó que las condiciones de los experimentos en Harvard hubieran llevado a la prohibición total de la sustancia. Otra recriminación fue por haber publicitado a tal nivel los experimentos con LSD entre la prensa no especializada, lo que llevó a una rápida malinterpretación de los usos y efectos de la sustancia, así como al nacimiento de mitos que contribuyeron a su demonización por parte de las autoridades. Leary no refutó, aunque aseguró que era su papel providencial el de dar a conocer el LSD a todo el mundo, y defendió su posición, dejando en Hofmann “la impresión de una personalidad afable, convencida de su misión, que defiende sus opiniones a veces bromeando, pero sin transigir y que, trasuntado por la fe en los efectos mágicos de las drogas psicodélicas y del optimismo resultante, navega entre nubes y tiende a subestimar o incluso a no ver las dificultades prácticas, los hechos desagradables, y los peligros”.

Cuando supo que moriría de cáncer, y que se encontraba ya en etapa terminal, Timothy Leary dijo que quería transmitir su muerte, en vivo, a través de la internet, e hizo promoción del evento. Como futurista, además, consideraba su deber el ser criogenizado, de modo que hizo arreglos para que su cuerpo fuera preservado congelado un número indeterminado de años hasta que la tecnología médica eventualmente pudiera traerlo de vuelta a la vida. Sin embargo, a la hora de, se retractó tanto de la transmisión en vivo de su muerte como de la criogenización, y murió entre los suyos, en privado. Eso sí: hubo un camarógrafo presente, que documentó las últimas palabras del psicólogo y escritor: “Why not?”

III: Los hombres de negro
No solo eran los estudiantes de Harvard (y luego, los de otras universidades) los entusiasmados por el LSD en Estados Unidos a principios de los 60. Desde la década anterior, la CIA había estado haciendo experimentos con voluntarios (y no tan voluntarios) en un intento de convertir la LSD en “droga de la verdad”, de explotar sus posibles usos como arma e incluso de usarla como un elemento para el control mental de las masas. El ejército británico hizo lo propio, así como Canadá y otros países: hoy, los documentos desclasificados, incluyendo videos, que dan cuenta de estas operaciones, están disponibles al público (related search: British troops on LSD). Eventualmente, se dieron cuenta de que el efecto del ácido era diferente en cada persona y que era imposible pensar en su uso masivo como arma.

La prohibición gubernamental sobre el LSD se dio en 1966, comenzando en Estados Unidos, y extendiéndose pronto al resto del mundo. Durante más de cuatro décadas se suspendieron los estudios y la droga pasó a la ilegalidad, aunque representa una faceta muy peculiar del mercado negro de las sustancias prohibidas: la amapola la cultivan botudos empistolados que andan en camionetas con vidrios polarizados y rines de oro; el LSD lo producen doctores que estudiaron en Harvard y que montaron su laboratorio en un hangar abandonado. Es por eso que no escuchemos de balaceados por el control del mercado, ni representan, al menos en cuestión de seguridad pública, un problema equiparable a los traficantes sinaloenses, por decir algo. De hecho, según el gobierno de Estados Unidos, la circulación de LSD en el mundo bajó hasta un 95% desde que arrestaron a los doctores William Pickard y Leonard Apperson en el 2000, quienes al parecer eran los mayores productores de LSD del mundo (en un hangar abandonado). De hecho, en México no tenemos mayor noticia de decomisos o de tráfico, y las encuestas no la muestran como una droga que esté presente en el cuadro de adicciones en nuestro país.

Este año, parece que se comenzará a moverse la maquinaria burocrática suiza para aprobar una ley que permitirá volver a conducir experimentos con LSD, en ambientes controlados y bajo estricta supervisión gubernamental. Esto es un resultado indirecto del Simposium Internacional del LSD celebrado en Basilea, Suiza, hace un par de años, en ocasión del centenario de Albert Hofmann, en el que académicos, científicos, artistas y médicos se pronunciaron por la despenalización del ácido lisérgico y su vuelta al uso terapéutico. Según dijo el padre del LSD en esa ocasión, “en la evolución humana nunca ha sido tan necesario como ahora el tener esta sustancia, LSD. Es justo la herramienta que nos convierte en aquello que estamos llamados a ser”.

1 comentario:

ANt dijo...

Una intersección:
La inquisición condena a los cultivadores, recolectores y conocedores de preparaciones a base de plantas, considerándolos brujas alquimistas y parteras como herejes o desviantes satánicos: se inicia así un proceso de exporpiación de saberes populares, de criminalización de prácticas de "intoxicación voluntaria" y de privatización de germoplasmas vegetales que culminará en la modernidad con la persecución del cultivo, el uso y el tráfico de drogas, la progresiva transformación de los recursos naturales en patentes farmacológicas y la confiscación de todo saber autoexperimental de administración de sustancias por las instituciones jurídico-médicas (...)La activista feminista y bruja pagana Starhawk entiende la persecución de las brujas que tiene lugar en Europa entre 1430 y 1740 como parte de un proceso de erradicación de saberes y poderes populares y de consolidación de un poder y un saber experto hegemónico imprescindible para la implantación progresiva del capitalismo a escala global (...) De nuevo resulta sorprendente la coincidencia de la emergencia del capitalismo postindustrial y de las formas científicas de producción y transmisión de saber con la exterminación de los sectores de la población que poseían formas de saber farmacomágico, de la aparición de nuevos modelos de segmentación, clausra y cercado de la tierra...
Preciado, B. Testo Yonqui. p. 115