Conciencia

sábado, 11 de diciembre de 2010

Columna Lítica s02e01: Morirse en Facebook


I: Buenos días
La Jornada Semanal, suplemento cultural y literario del diario nacional, tituló “A cinco años del fin del mundo” su última edición de diciembre de 1995. En aquella ocasión, dedicaron las 8 páginas a la publicación de cuentos de autores jóvenes que escribían sobre el año 2000 desde perspectivas que iban de lo apocalíptico a lo jocoso. Naief Yehya, pionero en México del análisis de la red, escribió para la ocasión un cuento en el que la esposa del protagonista, al morir, se convertía en un sitio web. En ese entonces los sitios web eran una rareza en México, y apenas se comenzaba a vislumbrar su potencial comercial y social, así que la propuesta literaria de Yehya sonaba extravagante: que al dejar de existir en el plano vital, uno se convirtiera en líneas de código programado para seguir viviendo en la red. Hoy, a una década del fin del mundo que no fue, la literatura se ha hecho realidad. Las palabras misteriosas de hoy son: la muerte en los tiempos de la red.


II: Sigues entre nosotros
Hace un año, lamenté profundamente la pérdida de un antiguo alumno al que apreciaba mucho y con quien compartí tablados varias veces haciendo tanto música como teatro. Este joven era muy talentoso, y se dedicó con buenos resultados a los escenarios y, hacia el final de su vida, a la cinematografía. Estudiaba en la Ciudad de México cuando sufrió un accidente que le provocó muerte cerebral. Días después lo despedimos.

No mucho antes, nos habíamos reencontrado vía Facebook, y por ese medio es que me iba enterando de sus andanzas en el DF y de sus logros artísticos. En los días siguientes a su fallecimiento, su perfil de Facebook se llenó de mensajes de sus amigos y familiares, en los que se despedían de él, expresaban su cariño, y lamentaban su partida. Aunque nunca había visto yo algo así, no me pareció tan extraña esa manifestación, vistos los cambios que están representando en nuestra comunicación cotidiana las redes sociales. Lo que me sorprendió fue que pasaron las semanas, y los meses, y los amigos le seguían dejando mensajes, pero ya no en tono lamentativo, sino del tipo “hoy nos vemos en el cine a las 6:00, hay una película buenísima”, o “te esperamos en la fiesta de fin de rodaje, mañana a las 9:00”.

Como si él siguiera vivo, los amigos continuaron escribiéndole, mandándole mensajes de feliz navidad, de feliz cumpleaños, de nos vemos en la tarde, de gracias por la fuerza que me das. A la fecha le siguen escribiendo, y varias veces por semana alguien pasa por el muro para dejar algún mensaje. En su perfil ciberespacial, sigue habiendo mucha vida.

IV: Necropolíticas
El 17 de abril de 2007 un estudiante del Politécnico de Virginia cerró con una cadena las puertas de un bloque de aulas, y se puso a disparar contra todo lo que se moviera. Alcanzó con sus balas a 62 estudiantes, de los cuales morirían 34, y luego se pegó un tiro. La matanza conmocionó a Estados Unidos, y tuvo resonancia en todo el mundo. Esa noche, George Bush dio un mensaje de condolencia que incluyó la peculiaridad de que por primera vez un presidente de ese país habló de los blogs, y de cómo los jóvenes se relacionan por la red. Amigos y familiares de los alumnos fallecidos comenzaron a dejar mensajes en los perfiles de Facebook de éstos, y de pronto se dio un fenómeno masivo que era hasta entonces desconocido: el de las cuentas en redes sociales que se convierten en memorial para los idos.

En ese entonces Facebook no estaba del todo preparado para lidiar con estas situaciones. ¿Debía permitir que se mantuvieran activas las cuentas de los muertos? ¿Debía eliminarlas? Había consideraciones de privacidad de por medio. ¿Qué pasaría –por ejemplo– si, en medio de los mensajes de condolencia o de cariño, alguien revelara cosas no muy edificantes sobre el difunto, o se pusiera a insultar su memoria públicamente por cuentas pendientes? En ese momento Facebook tenía tres años de edad, y apenas unos meses de haber sido abierto al público en general (antes había sido de membresía universitaria y preparatoriana exclusivamente); la empresa apuntaba a una audiencia joven y no consideró que eventualmente los usuarios iban a empezar a morir, no había definido estrategias en ese sentido. Por el momento, la política era que, si había prueba clara de que un usuario había muerto (por aviso de familiares y comprobación documental), el perfil era borrado.

Sin embargo, muchos pidieron la permanencia de los perfiles de los estudiantes muertos en el Politécnico de Virginia para dejar mensajes de condolencias en ellos, y Facebook tuvo que comenzar a reconsiderar sus políticas. Actualmente, si se notifica que un usuario muere y hay pruebas claras de ello, el sistema ofrece a los parientes o amigos dos opciones: borrar el perfil, o mantenerlo como un memorial, bloqueando ciertas secciones y limitando el uso de la cuenta (no se pueden añadir nuevos amigos, por ejemplo). Recientemente agregaron la instrucción de no listar el nombre en las búsquedas ni emplearlo para ofertar servicios de interacción social, esto último a partir de quejas por parte de usuarios vivos que recibían del sistema invitaciones a “reconectarse” con usuarios muertos a los que por medio de algoritmos Facebook había detectado como usuarios con poca o nula actividad en sus cuentas.

IV: La máquina
Esto es como Macondo en sus inicios, cuando “el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”. Facebook es tan reciente, que todavía no se ha ajustado a todas las necesidades de sus usuarios.

Uno de cada 14 habitantes del planeta tiene una cuenta de Facebook. Actualmente, el sector poblacional de mayores de 65 años es el que más rápidamente está adoptando esta red social, triplicando su número de accesos mensuales de mayo de 2009 a mayo de 2010. Hay 350 mil usuarios por cada empleado de esta comunidad en línea, por lo que es imposible que haya un monitoreo directo de lo que sucede, especialmente, para darse cuenta de quiénes están muriendo. Como soluciones, Facebook vislumbra logaritmos más especializados (por ejemplo, que identifiquen perfiles de usuarios muertos a partir de palabras y frases clave dejadas en sus muros) que podrían entrar en funciones en los meses por venir.

La funcionalidad de Facebook ha cambiado al mundo en un lapso de tiempo extremadamente corto, y se ha convertido en una suerte de contenedor autobiográfico en el que las personas documentan sus relaciones, sus intereses, y su vida cotidiana a través de fotografías, videos, notas, pensamientos, pokes, likes, y una serie de artilugios virtuales que determinan la nueva comunicación entre los amigos. Así como Facebook ha sabido convertirse en parte ineludible de la vida moderna, debe adaptarse y crecer para también ofrecer un servicio digno, humano y socialmente responsable para los amigos y familiares de los usuarios que van falleciendo. Es la evolución que nos tocará presenciar y en la que, eventualmente, de manera inevitable, habremos de participar.

VI: Nican mopohua, ome.
Aquí inicia la segunda temporada de la Columna Lítica, por el momento a través de la página web de la Secretaría de Administración del Estado de Colima (very unlikely but welcoming forum) y a través de Facebook (faltaba más). Estaremos leyéndonos aquí cada tanto, por lo pronto, y ya iremos viendo. En la red hay estas y otras letras: www.ErnestoCortes.com. Los leo: Ernesto@CuerdaCueroyCanto.com. En Twitter: @ernestocortes.

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